NUEVORÉCORD GUINNES MUSICAL
¡¡¡¡El Réquiem de Verdi interpretado por un coro de 12 cantantes: sietesopranos, una contralto y cuatro bajos!!!
Ayer, 13 de junio de2014, se batió un nuevo RÉCORD GUINNES musical, al interpretarse enel Auditorio Nacional de Madrid el monumental Réquiem de Verdi conun coro de 12 cantantes: 7 sopranos, 1 contralto y 4 bajos y ningúntenor (¡¡¡¡ ¡!!!), bajo la dirección de un eximio director que,al final de la proeza, felicitó personalmente en su camerino a losprotagonistas de la hazaña.
O sea: que ayeralcanzó su cénit (seguro que habrá más aún) el más absolu-todesprecio por la Música de los depredadores del WERTiginosoMinisterio de Malaeducación, Cienciofobia, Turismo, Deportes,Tauromaquia, Fiestas Playeras y Procesiones, cuando un acólito deljerarquilla de las Músicas obligó primero a firmar en público suno adhesión al paro, luego a salir al escenario y a actuar (nodigamos “interpretar”) a los 12 miembros del Coro Nacional deEspaña, que se negaron a secundar el paro laboral de dos horasdiarias, que la asamblea del CNE había votado por amplísima mayoríadías antes y que finalmente fue seguido por los otros 66 cantantesde la miniplantilla actual (78 cantantes) del CNE. La asam-blea pedíarecuperar las plazas vacantes de la normal durante los cuarenta añoslargos de vida del CNE: 120 cantantes. (El Coro llegó a contar enalgún momento con una plantilla de 142 cantantes. Eran tiempos depenuria económica; pero no de penuria intelectual).
Interpretar elcolosal Réquiem de Verdi con esos 12 cantantes, aislados en mediodel escenario, junto a una Orquesta Nacional impertérrita eimpasible el ademán (ya circulan por las redes fotos del evento),es, ahora que andamos de hazañas balompédicas, como hacer jugar aun equipo con un defensa y un delan-tero. Pero, sobre todo, es lamuetra verdaderamente agónica del “sostenella y no enmedalla” deuna Malaadministración Pública carroñera, que desprecia la Música,al público y especialmente a los artistas, como artistas y, lo quees peor, como personas. Los “doce del patíbulo” fueron expuestoscomo carnaza a la parte del público, que no abandonó la sala antesemejante despropósito, mientras sus com-pañeros, en la calle,dieron el concierto de su “silencio” ante el resto de público,que sí abandonó la sala.
Vuelvo a repetirme:“Triste España sin ventura”, que cantaba hace ya siglos Juan dela Encina y que un día me recordó Celibidache en un ensayo tambiéntris-te ante mis compañeros del Coro de RTVE.
Llovía aquellatarde y ha seguido lloviendo todavía mucho más.
Enrique Lacomba