¿Como viste, desde tus corresponsalías en Alemania y Francia, la evolución del proceso independentista catalán? Y como lo veían ellos desde allí?
Lo veían con mucha sorpresa. Era la misma sorpresa que provocaban los viajes de Pujol en Berlín. Los alemanes, que son muy cuadrados, no entendían por qué en uno de los países más descentralizados de Europa, en una de las regiones más ricas y con mayores competencias, aún querían más. Cuando todo esto degeneró en un enfrentamiento, los alemanes decían: “¿y por qué no se ponen de acuerdo? ”. Conociendo como conozco Cataluña, yo entendía que había cosas que a los alemanes se les escapaban, una mezcla compleja entre varios factores: un sentimiento nacionalista hace tiempo, frustrado por una serie de situaciones; un elemento institucional-administrativo de proto estat catalá, que deseaba avanzar en esta vía para ascender administrativamente y que explotaba lo anterior; y también el intento de un partido corrupto, Convergencia, de solucionar su problema, tan español, de 30 años de 3%, asunto que en Cataluña se consiguió silenciar por completo gracias a la corrupción y al general obediente conformismo de los medios de comunicación comprados con subvenciones. Todo ello mezclado creaba una bola -en la que cada uno podía discutir cuál de las partes era más decisiva- pero el resultado era una protesta impresionante en las calles, acompañada de una acción institucional desde arriba. Una mezcla entre protesta popular y revuelta del Estado, de un aparato del Estado dentro del propio estado español, la Generalitat.
¿Como lo ves ahora que vuelves a vivir en Cataluña?
Yo no soy nacionalista -se ha de ir con este tipo de confesiones por delante-. Me intento concentrar en las cosas que me parecen significativas en el cuadro europeo y el mundial y creo que esto de Cataluña no lo es porque no tendrá influencia alguna en ninguno de estos dos ámbitos. Sí que tiene influencia, muy negativa, en la política española, pero -a la vez- la política española tiene poca repercusión en estos marcos europeos y mundiales que me interesan. Por lo tanto este ámbito lo observo poco y sin pasión, porque no soy nacionalista. Al contrario: a mí me gusta España. Me gusta España incluso con sus defectos. Reducir España al PP es de una ignorancia extraordinaria. Y a la hora de pensar una utopía, antes de la utopía de una Cataluña independiente, a mí me atrae mucho más la de una federación ibérica que incluyera Portugal. Una federación que, gracias al peso de Portugal, y mediante la interacción de otras partes de esta España plurinacional, lograra aminorar el peso de Castilla en el conjunto de la península en beneficio de un equilibrio más armónico. Crear una convivencia ibérica un poco diferente. Precisamente ahora vengo de Asturias, donde hay un sentir totalmente diferente hacia Catalunya del que domina en Madrid…
Esto es una utopía que me gusta más, y que algunos autores portugueses y algunos locos hispanos comparten. ¿Por qué me gusta esta utopía? Porque creo que sería una buena plataforma para definir unas relaciones con América Latina menos turbias de las que tenemos ahora, y también con nuestro entorno mediterráneo, el entorno del Magreb. Y, por supuesto, con nuestro entorno europeo, al que no podemos dar la espalda.
Rafael Poch
Javier Borràs Arumí (Foto: Jordi Borrás) Quedamos con Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona, 1956) para el almuerzo cerca de la Universidad Pompeu Fabra. Ha pasado la mañana contando la historia de Rus…
rafaelpoch.com