La historia del coche más peligroso del mundo y cómo hacer negocios con él
Los grandes tropiezos en la industria del automóvil son muy variados, pero sin duda alguna, uno de los casos más sonados es lo que le ocurrió al gigante norteamericano Ford con su modelo Pinto.
El Ford Pinto nacía por la necesidad del óvalo azul de plantar cara a los productos compactos y ligeros importados por Estados Unidos, generalmente de Japón.
En 1971 Ford se propuso crear un coche de dimensiones contenidas y lo planificó con una cierta urgencia y precipitación, empezando por acortar su desarrollo a 25 meses, prácticamente la mitad de lo que necesitaba cualquier marca para lanzar cualquier otro producto en aquellos años, que a la postre fue considerada como una de las consecuencias de este problema. El Ford Pinto, además, no debía pesar más de 2.000 libras (en torno a 907 kilogramos), ni costar más de 2.000 dólares de la época.
El resultado fue un coche que salió de producción con dos graves defectos de serie: por un lado, el depósito, situado encima del eje trasero se perforaba con suma facilidad cuando el coche sufría un pequeño impacto por detrás ya que sus débiles estructuras no impedían que los tornillos del diferencial terminasen clavándose en el depósito al desplazarse.
Así el combustible acababa derramándose y provocando un gran incendio al saltar la más mínima chispa tras el impacto; por otra parte, un choque por detrás a unos 40 km/h dejaba el vehículo como un acordeón y bloqueaba las puertas.
Un combinación que hacía del Ford Pinto una terrible trampa mortal.
Pero lo más grave no es el defecto con el que salió al mercado, sino la pasividad de Ford. Y es que una investigación llevada a cabo en 1977 destapó que eran conscientes del peligro que suponía su vehículo, pero parar la producción y cambiar la arquitectura suponía un gran coste para la firma, así que se decidió seguir adelante con el lanzamiento. De hecho, Ford realizó más de 40 pruebas secretas con el Ford Pinto y todas ellas acabaron con el depósito de gasolina agrietado tras impactar a 40 km/h.
Una imprudencia que se agrava aún más teniendo en cuenta que el fabricante encontró varios remedios para acabar con este defecto,
que llegó a cobrarse en torno a 500 muertes durante los ocho años que estuvo a la venta. Sin embargo, ninguno de ellos se llegó a implantar. El porqué se vincula únicamente con cuestiones económicas dado que la solución más barata era una especie de recipiente de plástico duro fabricado por Goodyear que se metía en el interior del depósito de gasolina, de forma que cuando impactase no sea grietase y se derramase gasolina. El precio del arreglo se fijaba en cinco dólares por coche, pero Ford tuvo opción de
escoger y eligió la más económica y la menos ética: no reparar y sí indemnizar por cada muerte.
Y es que la firma del óvalo batalló y presionó durante años a la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en Carreteras (NHTSA) de Estados Unidos para lograr que, a pesar de las repercusiones que el Ford Pinto estaba causando, se tuviese en cuenta únicamente el balance costes-beneficios de la empresa y sus hipotéticas consecuencias, y se decidió tasar cada muerte en 200.000 dólares. De esta forma, al multiplicar las 180 muertes que se estimaban al año a bordo de un Ford Pinto por los 200.000 dólares con las que se debía indemnizar cada una de ellas, salía más económico que invertir cinco dólares en cada una de las más de diez millones de unidades comercializadas.
Finalmente, tras varios años de investigación por parte de las autoridades, Ford se vio obligado a afrontar 117 juicios como consecuencia de los incidentes ocurridos por el Pinto y el Departamento de Transporte obligó a Ford a iniciar la llamada a revisión más grande de su historia, de 1,5 millones de unidades hasta que en 1979 y concluida su vida comercial se retiró del mercado.