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Origen de la palabra "Verbena".

Procede del latín verbēna y este era el nombre que se le daba a una planta herbácea que desde la antigüedad fue muy utilizada gracias a las virtudes curativas que aseguraban que tenía. Era una planta con la que se preparaban innumerables remedios y ungüentos para curar infinidad de dolencias y se usaba con asiduidad en numerosos rituales y ofrendas a las divinidades.

A partir del siglo IV la decadencia del Imperio Romano hizo que la iglesia católica tomase el control de la mayor parte de ese tipo de celebraciones paganas, anulándolas y/o reconvirtiéndolas en fiestas religiosas, entre ellas el ‘solsticio de verano’ que lo trasladó a la conocida “Fiesta de San Juan”. La utilización de la planta de la verbena se extendió para ser usada en toda clase de ceremonias, la mayoría de carácter esotérico, las cuales se celebraban de madrugada y duraban hasta el amanecer.

En la Edad Media los rituales nocturnos realizados con la planta de la verbena se hicieron todavía más populares y se aprovechaba el de la noche de San Juan (o solsticio de verano) para realizarlos junto al mar bajo la luz de la Luna, haciendo actos de purificación con los que atraer el amor o que las mujeres, que lo deseaban, quedasen embarazadas. Fue a partir del siglo XIX cuando se relacionó la planta de la verbena con todos aquello.
 
EXPRESIÓN "ATAR LOS PERROS CON LONGANIZAS"

Expresión irónica que alude al derroche desmesurado. Su origen hay que buscarlo en la localidad salmantina de Candelario, célebre por sus embutidos. Allí vivió entre los siglos XVIII y XIX un acaudalado fabricante de chorizos llamado Constantino Rico, conocido popularmente como el Tío Rico, el Choricero. Un día, una de las empleadas que trabajaban en su taller, cansada de las constantes travesuras de un perrillo de la casa que por allí corría, decidió atarlo a la pata de un banco con lo primero que encontró a mano: una larga ristra de longanizas. El hijo de una obrera que en ese momento entró para dar un recado a su madre vio, con estupor, al can sujeto con embutidos y salió disparado de allí para pregonar a los cuatro vientos que en casa del Tío Rico ataban a los perros de esa guisa. En el pueblo, el episodio se interpretó como un reflejo de la opulencia que gastaba don Constantino.
 
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