Voy a escribir con los ojos empañados... de añoranza y emoción. A lo largo de este hilo, que como algún otro por su dimensión humana me he tragado desde el inicio, he visto un poema sobre la soledad que me ha dejado tocadillo.
La soledad es un duro precio de la independencia, que por mucho que nos afanemos en presumir de ella, no sabemos su alcance hasta que las circunstancias nos la imponen. Nunca he sido independiente hasta que Ella se fue para siempre, y, ahora, la soledad que a veces me agobia se compadece con la tremenda independencia que supone que hagas lo que hagas nadie te hace reproches, ni te exige mesura, ni te aplaude, ni has de esperar esa caricia y ese cariño de la dependencia que supone la vida en pareja y la vida en familia. Ahora sé lo que se siente y sé lo difícil que es olvidar... y cuando participo en los actos sociales de mi club campista me cuesta trabajo encajar entre todos mis viejos amigos y amigas, muchos ya con los hijos mayores, y por lo tanto, como me pasó a mi hace no mucho, apoyados el uno en el otro.
Pero aunque a veces y en estas circunstancias de soledad pensamos que somos desafortunados, si miramos alrededor resulta que mi hija, viuda desde hace 20 años, se va de campin con su furgoneta adaptada y es feliz; y dentro de la familia campista, una pareja relativamente joven se rompió, como en mi caso, por fallecimiento, y el que sobrevive me imagino que habrá pasado por las mismas etapas de soledad y sensación de desamparo que yo. Pero por ser relativamente joven no tardó en encontrar otra pareja y ahora viene a las kedadas con ella y todos contentos. Otra pareja de mayor edad de dos viudos, se conocieron en el Inserso y decidieron compartir sus vidas... y lo hicieron partiendo del caravanismo; duró, la felicidad, 4 ó 5 años, y también él se quedó solo. A pesar de que en este caso ya eran gente mayor, él volvió a encontrar pareja, posiblemente porque es incapaz de soportar la soledad. Aun hay otro caso de otro club campista vecino: era una pareja de mayor edad que yo (que ya es decir) siempre de buen talante y de estos colegas que te gusta encontrarte con ellos en las kedadas. Primero empezó a fallarle la memoria y finalmente el alzahimer la relegó al desconocimiento de su mundo, y al final se acabó todo. Bueno, el superviviente, como en mi caso (o peor porque andará por los 90) pasó por fases de desmoralización cuando la tuvo que hospitalizar, impotencia para resolver la situación, y finalmente, ya dicen que "la muerte todo lo soluciona". Lejos de venirse abajo, cambió la CV por una AC y acude a todas las kedadas que se organizan. O acudía... porque desde la del Marisco del año pasado no lo he vuelto a ver. Gran tipo, solo y suficiente. Intento seguir su ejemplo.
Aun hay más ejemplos de campistas. El decano creo que de toda España, también es de nuestro club campista, andará por los 95 años y lleva bastantes viudo, con hijos, nietos y biznietos, alguno lo trae a las kedadas. Siempre lleva una foto de su esposa que se ve apenas se enfoca la puerta de la caravana. Tampoco lo he vuelto a ver desde la acampada del Marisco, pero veo fotos de actos sociales del club y se mantiene como siempre.
Pues nada, son mis reflexiones acerca de un tema que unos lo verán como personal e íntimo, otros (como es mi caso y los relatados) como natural sin tabúes, y no faltarán los morbosos. Pero son situaciones de la vida, sea cuál sea el motivo que las provoca, que no están en el control que uno piensa que puede ejercer sobre más allá del presente. Cuando se producen, la sensación de independencia se va abriendo paso y te pone ante otra vida que aunque la rutina aparente ser la misma de siempre, para nada lo es; y como ya dejo dicho, incorpora un precio muy difícil de soportar, que no es otro que la dura soledad y la añoranza que se refleja en el poema que he leído y tanto me ha emocionado. Pese a todo, y dos de los casos relatados son ejemplo, intentamos participar en actos colectivos donde lo normal es la pareja y la familia. Formar otra pareja es una buena solución aunque a ciertas edades eso no es tan fácil. No es cuestión de pretéritas urgencias biológicas, sino de compañía, de afectos, de que alguien comparta inquietudes y proyectos, de poder acariciar... porque el duelo por la ausencia no es cuestión de semanas, ni meses... y dura años, cuando tendría que estar dando gracias a la vida por ser feliz 56 años con Ella.
Ahora busco y espero encontrar una caravana pequeña (para Ella y para mí) o quizás un carro/tienda sin piquetas ¿eh?, con una sola cama donde podamos caber su recuerdo y yo.