LANGOSTA
Antes de que el webmaster pusiese en marcha este foro algunos de nosotros, allá por el año 2003, intercambiábamos criterios en el foro "Solocampin.com", foro excelente que como todo aquello que surge de la buena idea de un grupo desaparece inesperadamente por las rencillas de sus fundadores. Un verano de los que hicimos toda la temporada en el campin "O Muiño", tuve ocasión de conocer a algunos de los habituales que venían a pasar una noche o dos, y acababan quedándose todo el mes. Una de las más activas usuarias, también en este foro se deja ver de tarde en tarde, Paloma, me contó que en La Guardia, había un restaurante peculiar donde se comía muy bien y estaba decorado a tope con simbología fascista. Me extrañó que no conociese ese restaurante, pues ese puerto lo visitaba frecuentemente para degustar el crustáceo más exquisito del mundo mundial, la langosta. Siguiendo sus instrucciones, nos fuimos, mi esposa y yo, a reservar mesa...
Al entrar en La Guardia aparece un desvío para bajar al puerto, y ya con el mar a la vista, lo natural es seguir de frente por un paseo que tiene a la derecha el mar y a la izquierda una fila de casas de una o dos plantas, en cuyos bajos siempre hay un restaurante. Como también hay lugares para aparcar el coche, lo natural es quedarse por esa zona. En cualquiera de los muchos restaurantes se come bien y a precio asequible. El restaurante que me había indicado Paloma no está en esa zona, sino en una callejuela que hay a la derecha... de manera que si no vas a cosa hecha, no lo encuentras. Aparcamos y fuimos a reservar mesa a eso de las 11 de la mañana. En la puerta estaba una señora mayor (como yo) y bastante alta, que tomó nota y nos advirtió de que fuésemos puntuales, ya que había dos turnos y el comedor era pequeño...
A la hora fijada ya estábamos allí, y la señora, que resultó ser la dueña y se llamaba Olga, nos acomodó en una mesa para dos, en un comedor en el que no habría más de 12 o 15 mesas, todas llenas. Al fondo había como un altillo con tres escalones, que venía a ser la cocina. Separando ambas estancias, un mostrador/aparador, con unas bandejas llenas de langostas y otros productos del mar.
Enseguida nos pusieron una botella de Albariño, fresquito, y una fuente con trozos de empanada de xoubas. ¡Una delicia! Además, el Albariño fresquito baja por la garganta como si lo hiciese bailando una muiñeira... Sin darnos opción a pedir nada, nos pusieron otra bandeja de empanada, esta vez de zamburiñas. Riquísima. Ella quería repetir... pero ya se habían llevado la bandeja vacía y puesto otra, de nuevo empanada, pero de vieiras... Le dije: Aquí es inútil pedir nada...
La degustación, por llamarle de algún modo, siguió con unas raciones de pulpo guisado y unos chocos fritos rebozados en harina de tempura. La botella de Albariño, pese a mi condición de poco amigo del alcohol, había llegado a su fin, y trajeron otra. Entonces, la señora Olga, puso su mano encima de mi hombro izquierdo y dijo:
"Como pueden apreciar, en esta casa tenemos un gran respeto por algunos personajes históricos. Si alguien está incómodo, ahí tiene la puerta que hay un montón de gente esperando para comer..."
Efectivamente, por las paredes había una cierta profusión de fotos de Franco, José Antonio y Calvo Sotelo, y alguna otra decoración con la bandera de España. Al principio parece que puede ser un truco para diferenciarse y conseguir clientela, pero aquella mano sobre mi hombro izquierdo pesaba como si fuese de plomo. La señora siguió con su discurso:
"Ahora les pondremos la langosta. En este pueblo se come langosta en todos los restaurantes, pero no siempre toda tiene el mismo origen y la misma calidad."
En la medida que hablaba, hacía fuerza con aquella mano de plomo en mi hombro, y aunque pareciese que me estaba hablando a mi, la realidad es que era como un ritual y todos en silencio la escuchábamos...
"Se la pondremos con salpicón y con mayonesa. El salpicón lo hacemos nosotros y está muy rico, y la mayonesa, por la época y por llevar huevo, no nos queda más remedio que ponérselo en bolsitas..."
Por fin retiró la mano del hombro, que el otro día me he dado cuenta de que lo tengo 3 centímetros más bajo que el derecho... seguro que desde aquel día. Y nos pusieron una langosta por persona, partida a la mitad. La langosta es el crustáceo más exquisito, que, además, tiene la particularidad de que se come todo menos la cáscara... El salpicón le iba de maravilla y la mayonesa, aun siendo de sobre, no le iba a la zaga... Cuando terminamos de zampárnoslas, volví a notar la mano de plomo de la señora Olga en mi hombro... y nos espetó:
"Ahora seguirá una merluza "do pincho" a la gallega... Aquí cuesta un poco más que en los restaurantes de la competencia, pero la diferencia está en el producto... como pueden comprobar."
Pues sí, a estas alturas es bastante improbable comer merluza del pincho o langosta pescada en las piedras del litoral de La Guardia. Lo normal es producto congelado o marisco de Marruecos o de sur América. Hicimos, supongo que todos, un esfuerzo y nos comimos la merluza con unos cachelos, tarta de Santiago de postre, y café de pota con un chupito de aguardiente de hiervas. Lo normal, en aquellas fechas, podrían ser alrededor de las 2.000 pesetas por persona... pero ya nos había advertido de que sería un poco más caro... y ese poco eran sobre 6.000 pesetas por persona.
Salimos a la callejuela, Ella y yo, cogidos de la mano, no por habernos dado un ataque de amor juvenil, si no porque nos habíamos papeado dos botellas de Albariño y necesitábamos apoyarnos el uno en el otro. Llegamos al coche, nos sentamos, reclinamos los asientos y dormimos una siesta inmensa, eso sí, cogidos de la mano.
Puede que la siesta durase una hora. Nunca lo supe. Desde luego, durante ese tiempo no nos enteramos de nada de lo que pudiese estar ocurriendo en nuestro entorno. Ni falta que nos hizo.