




No se preocupen que ya vaaaaaaaaaaaaaaaaa¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
5º Día.- Lunes 8 de diciembre.-
Son las 06:00 h., aún es noche cerrada, nos dan unos golpecitos en la puerta de la auto y aunque no entendemos lo que nos dice, sabemos que se trata del camellero que trabaja para el albergue. Nos abrigamos bien, salimos al exterior y la oscuridad es total; ayudándonos de una pequeña linterna salimos del recinto y llegamos hasta donde se encuentra nuestro guía con los dos animales, enormes, feos, con ojos de mirada bobalicona y aparente mal genio. Sin palabras, nos indica por señas que hay que subirse a las monturas y agarrarse bien. La sensación de inseguridad es grande, por la altura, por el bamboleo, la atención fija en el asidero para las manos y procurando apretar bien las rodillas para no caer, todo ello unido a la oscuridad que nos envuelve, hacen que los primeros minutos del paseo se conviertan en un continuo preguntarse: “¿Quién me mandará a mí meterme en esto?. Al cabo de media hora ya le vas cogiendo el tranquillo que no el gusto, y te relajas un poco.
Tras una hora de viaje, llegamos al pie de una duna enorme, dejamos los camellos y subimos a pie el último trecho. El camellero nos indica la dirección por donde aparecerá el sol y satisfecho con la primera parte de su cometido, se envuelve en su chilaba y se tumba en la arena, a cierta distancia de nosotros.
Sólo pasaron unos minutos cuando ya aparecieron los primeros claros en el horizonte. La gama de colores que aparecieron en el cielo y en las arenas fue impresionante. Es difícil, para mí, hacer una detallada descripción de cómo los grises se transformaron en rosas, y luego en azules, suaves al principio y cómo las arenas pasaron del blanco al naranja, proceso que duró unos treinta minutos, al cabo de los cuales, nuestro guía se espabiló y nos señaló el camino de regreso.
La vuelta hacia el Albergue fue más relajada, ya no era la primera vez que subíamos a un camello, era la segunda, y aunque todas las precauciones eran pocas, especialmente en la cuestas abajo, llegamos sin novedad y con el objetivo principal del viaje cumplido. Le dimos una propina al guía, por lo bien que se portó, es decir, porque no nos dio la lata en ningún momento, porque no nos pidió nada (los honorarios del paseo lo tratamos directamente con la recepción), porque en ningún momento trató de hacerse “amigo” de nosotros…
Una vez en la auto, nos preparamos un desayuno como Dios manda, con su pan tostaíto y aceite. Una buena ducha (las instalaciones sin lujos). Pagamos todo lo que debíamos (300 dh de los camellos y 30 dh por la pernocta) y a las 11 h. de la mañana, por una pista polvorienta y pedregosa, de unos 1500 metros, regresamos a la carretera y tomamos dirección Marrakech.
Volvemos a pasar por Rissani y Erfoud y tomamos una carretera nacional, en un estado regular, con baches numerosos, arena, poco tráfico. Atravesamos pequeños pueblos en los que se está celebrando mercado y la gente invade la carretera, no se apartan, tienes que circular en primera, te obligan a detenerte, te miran, te hacen gestos, unos amistosos, otros que no sabes cómo interpretar, algunos se asoman por las ventanas, y así poco a poco, en primera y frenando vamos superando la situación. Les llama mucho la atención cuando Dª Chus va conduciendo y no es porque lo haga mal, sino porque no les debe parecer normal que una señora alta y rubia maneje un vehículo tan voluminoso.
Al llegar a Tinerhir, antes de entrar en la población ya vemos el desvío para ir a las Gargantas del Togdha. La carretera está en muy mal estado, es muy estrecha, tiene alguna subida importante, curvas con muy poca visibilidad y sin “vallas quitamiedos”, aunque la distancia es corta. A la entrada del desfiladero hay algunos establecimientos, cerrados, se puede aparcar con comodidad y entrar caminando. Aparcamos y como ya es hora de comer, nos preparamos un “cocidito huertano” con sus pelotitas de carne y todo, es muy sencillo, las latas las venden en Mercadona, se abren muy bien y solucionan mucho.
Después de comer, emprendemos el paseo por el cañón, caminando. Las paredes de piedra son altísimas, el río lleva agua limpia y cristalina y un par de capullos con 4x4 se dedican a circular por el lecho del mismo rompiendo la paz del lugar. Vemos el hotel Yasmine, al que se accede por unas pasarelas de madera, para salvar la corriente y que es bastante llamativo por su emplazamiento. Se puede recorrer con la auto, ya que la carretera que discurre por el Desfiladero es bastante mejor que la que nos trajo desde la general.
Son días de fiesta grande en Marruecos. Casi todo está cerrado y especialmente mañana martes. Recuerdo el gran interés que tiene mi señorita Dª Chus en comprar productos derivados de las rosas y apurando la última hora de sol salimos zumbando hacia El Keláa-Maguna. Este tramo de carretera es ciertamente agobiante, cuando vas con prisa, los pueblos en este tramo se suceden sin interrupción, enlazados, la carretera se convierte en una calle común a todos ellos.
Ya de noche, sobre las 19 h. llegamos a Keláa, preguntamos por la cooperativa, nos indican la dirección en la que podemos encontrarla, pero entre lo avanzado de la hora, la oscuridad reinante, una atmósfera llena de polvo, coches, camiones, burros, bicicletas, motillos, peatones, decidimos entrar en la primera tienda abierta que vemos. Es una especie de droguería-perfumería, atestada de artículos y en donde predomina el olor y el color rosa. No, no es una tienda para hombres. El dependiente, realmente amable, correcto, educado, muy paciente, hizo la venta del día. Cargamos con agua de rosas, (muy buena para todo, hasta se puede beber cuando tienes fiebre), colonia de rosas, ambientadores de rosas, cremas de rosas, aceites de rosas, jabón artesano de rosas, incluso me regaló un perfume “de caballero” con olor a rosas… ¡¡¡joér qué agobio¡¡¡ y cómo olía mi auto esa noche.
Buscamos un sitio para dormir y a la salida del pueblo vemos un café-hotel abierto. Paramos, entramos al local, todo muy limpio, nuevo, era su primer día de actividad. El dueño, un hombre joven, marroquí, reeducado en la Gran Bretaña suponemos, porque su esposa y niñas de aspecto blanquecino y extremadamente rubias se expresaban en inglés. Al frente de la barra el padre del dueño. Muy amables todos, nos autorizaron a pernoctar en el aparcamiento del local. Con extremada cortesía se empeñaron en enseñarnos alguna habitación del hotel, aún sin estrenar, y al final nos pidieron que hiciéramos publicidad de su negocio allá en la Ispania. Así lo hacemos, el hotel se llama DAR DIAFA, es muy pequeñito y está a la salida de El Keláa-Maguna, en dirección a Ouarzazate.
Un té con hierbabuena en la terraza del local, disfrutando de la tranquila noche, y a dormir. La temperatura baja mucho de noche y es preciso poner un rato la calefacción, lo justo hasta que el edredón empieza a cumplir con su obligación. Ha sido un día muy ajetreado, empezó a las seis de la mañana y termina a las once de la noche envueltos en una olorosa atmósfera… a rosas.
Kilómetros recorridos hoy, 315.
Total: 1943 km.