3º Día.- Sábado 6 de diciembre.-
Amanece soleado y con una buena temperatura. Grandes charcos y mucho barro en las calles. Ya estamos en Marruecos, pero hay alguien que parece no haberse enterado, yo se lo explico muy despacito, para que me entienda, pero no hay manera. Dª Chus hace lo mismo, lo intenta con mejores artes que yo, pero nada, el muy puñetero se pone mohíno y no suelta palabra. Con las horas, sí horas, que empleó nuestro buen amigo Tito en enseñarnos cómo había que tratarlo, pues nada, el gps (así con minúsculas) no quiere decirnos por donde debemos ir.
Salimos de la ciudad por la autopista en dirección a Rabat, es de peaje, pero más barata que las nuestras. Al llegar a la altura de Asilah, hay un área de descanso con gasolinera, cafetería, merendero y mucho espacio, servicios, lavabos al aire libre. Encontramos dos tipos de gasoil, el normal (230) a unos 7 DH y el súper (350) a 10 DH, aproximadamente 70 céntimos y 90 céntimos de euro respectivamente. Hemos probado ambos y la auto apenas ha notado la diferencia, quizás el primero tiene un olor bastante más acusado.
Desayunamos en la cafetería, pan con aceite, misimmel con queso y unos cafés (4), el importe no pasó de 50 DH (5€). Desconcierta un poco el personal, no son muy competentes.
Reanudamos la marcha por una autopista con muy poco tráfico, buen firme, buen tiempo, varios peajes, numerosas patrullas policiales controlando la velocidad: un guardia se esconde entre la vegetación de la mediana con un aparatito manual, parecido a una cámara de vídeo, y unos metros más adelante encuentras el coche con el resto de la patrulla extendiendo recetas a los vehículos cazados. Repito, son muy numerosos los controles.
La autopista carece de vallas en gran parte del recorrido y es frecuente encontrar personas, animales, carros, cruzando la misma. Recordamos viajes anteriores y no perdemos de vista los puentes: a veces los moritos lanzan piedras contra los coches que pasan por debajo… y es que, como decía mi pobre abuelo: “… no hay moro bueno”. (Esto es broma, lo mismo te puede pasar en España).
Sin contratiempos pasamos Rabat por la circunvalación y seguimos dirección Meknes. Dejamos la autopista y tomamos una especie de autovía con mucho tráfico, numerosos cruces que cada uno toma como le parece, mucho camión adornado con luces de colores, moritos en los arcenes vendiendo algo parecido a figuritas de barro, con forma de pera y que no supe lo que eran, pero que lo presentaban encima de unas tablas formando figuras geométricas.
Rodeamos Meknes y salimos de la autovía por una carretera nacional, sin arcenes, con líneas que nadie respeta, muchos tramos en obras, y dirección Midelt. Ya es mediodía, llevamos varias horas conduciendo y apetece comer algo. Paramos en uno de los pueblos por los que pasamos, se llama Boufakrane y a un lado de la carretera se ven varios puestos de comida, gente, humo, numerosos coches 4x4 españoles que sin duda llevan el mismo destino que nosotros, ya que nos los encontramos en varios puntos del itinerario.
Vemos un local, con parrilla humeante en la puerta, unos cuartos de vaca colgados de un gancho y detrás de un mostrador un par de operarios, el jefe y el currito. El jefe ataviado con una bata gris con chafarrinones rojos, posiblemente fuera blanca en sus orígenes, cortaba trozos de carne de la pieza colgada y los introducía en una máquina picadora manual, al resultado le añadía unas especias y le daba forma redonda, kefta, y las colocaba en la parrilla, donde el currito se afanaba con el carbón tratando de darle el punto a la carne. Pedimos un par de raciones, en bocadillo. Toma dos hogazas de pan, las abre, coloca dentro los filetes, unas rodajas de tomate y unos trozos de cebolla, los envuelve en papel de estraza y nos vamos a nuestra auto a dar buena cuenta de ello, junto con una ensalada de nuestra cosecha y un vaso de vino. Las dos “hamburguesas gigantes” 60 DH.
Después de comer continuamos viaje, tratando de aprovechar las escasas horas de luz que nos quedan. La carretera es cada vez más estrecha y en continuo ascenso. Encontramos mucha nieve, pero afortunadamente el firme estaba limpio y seco. Pasamos sin detenernos por el bosque de los cedros, ya que la nieve impedía salir de la carretera. Eran numerosos los coches detenidos en los arcenes, los niños jugando con la nieve y dando de comer a los monos.
Por carretera de montaña, con numerosas curvas, desniveles, mala visibilidad, tráfico lento, de noche, llegamos a Midelt. Las calles atestadas de gente paseando que apenas se inmutan cuando se cruzan con los vehículos. A la salida del pueblo, en el margen derecho, hay un hotel llamado Kasbah-Asmaa, muy llamativo, con un buen aparcamiento vigilado en el que se puede pernoctar por 30 Dh. Pasamos dentro y comprobamos que es realmente agradable, pedimos unos vasos de té con hierbabuena, que nos sirven acompañados de frutos secos. El salón muy cómodo y muy bien decorado al estilo de la tierra. Un músico junto a la fuente central del salón, se esfuerza por hacerte aún más agradable la estancia.
Kilómetros recorridos: 598.