Pues sí, en 1931 nací, allá por el mes de las flores, pero no sabía que mi nacimiento coincidiese con el de las caravanas... jejeje.
Lo de sobreponerse a las trabas, a veces, hay ramalazos de melancolía (vamos... ánimo bajo) y cuesta un poco sobrevivir, pero de inmediato te das cuenta de que la vida sigue, quieras o no quieras, y que no te queda otra que entrar en la rutina diaria. El simple hecho de conectar el "mover" y acercar la caravana al enganche del coche, ajustar y clavar el estabilizador en la bola, es un pequeñísimo pero importante aliciente para levantar el ánimo y romper con la rutina. Salir a la cita de los amigos del club, aunque sea lloviendo a cántaros, y a la llegada otra vez a ir poco a poco bajando patas, nivelando... en fin, participar, estar... cuando ya dabas por hecho todo, pero resulta que, insisto, vives sin que puedas decidir otra cosa que el "cómo" has de seguir viviendo, y ahí está la clave: dentro de tus medios disfrutar, y lo que tenga que pasar que pase. Al fin y al cabo, Boyer o Botín, pese a sus boyantes economías, no pudieron comprar ni un minuto más de sus vidas y llegar a octogenarios, ni han conocido la felicidad que te procura una caravana, o manejar un "mover", o hacer una "queimada" en medio de un bosque y disfrutarla con los amigos, ni siquiera han podido comprar cualquiera de estas simples formas de ser feliz... Y nosotros con todos nuestros afanes, sí, y no necesitamos comprarlas.
Bueno, se acabó el rollo que me entra "morriña".