El mito de los amantes
El mito de los amantes
El relato de los amores entre Marcilla y Segura ha alcanzado fama a través de la versión romántica del turolense Juan Eugenio de Hartzen buch, fuertemente impregnada de elementos tradicionales. A partir de la versatilidad de los hechos narrados, a lo largo del siglo XX se ha reconstruido un relato mítico-folclórico de honda raigambre tradicional.
En una de sus acepciones, el mito cuenta las aventuras de unos personajes protagonistas de acciones consideradas significativas por la comunidad, héroes con cualidades excepcionales, elegidos por los dioses para hacer proezas con una función legitimadora y ejemplar. El mito produce catarsis y emociona al oyente, que se identifica con los personajes que sienten con intensidad. El resultado es la domesticación de los impulsos primarios y el mejoramiento de un grupo social, en este caso los turolenses, cuyos sentimientos oscilan entre el temor y la admiración.
El folclore, por su parte, no individualiza sino que cohesiona tendiendo lazos con distintas comunidades, y creando con estos recursos relaciones paradigmáticas entre geografías literarias diferentes. Su esencia se encuentra en la repetición de unas mismas unidades de contenidos. Así, en contraposición al mito, que busca innovación y originalidad frente a otros mitos y cierta fijación textual que lo haga estable e inalterable, el folclore es recurrencia en constante evolución y movimiento, un dinamismo, por contraposición a lo estático, siempre presto a asumir nuevos valores y matices. Su difusión alcanza a los estratos sociales básicos, a la cultura popular.
En los amores de Isabel y Juan conviven ambas perspectivas. Teniendo en cuenta que estamos ante un texto fundacional, estructurado a la manera de las narraciones de orígenes, los amores de Juan e Isabel serían un mito, en el sentido de relato protagonizado por personajes excepcionales en la vida y la muerte, y reconocidos como tales por Dios –recordemos el olor a santidad que exudan las momias – y por sus contemporáneos. Además se trataría de un relato linajístico con fines legitimadores, que aspira a la creación de una conciencia de linaje a través de una “historia de familia”.
La certificación de un linaje se lograría mediante una leyenda, es decir una relación de sucesos que combina la tradición y la maravilla con lo histórico o verdadero, en el fondo un mito dinástico aragonés.
Por todo ello, parece conveniente considerar, con algunas reservas, los amores de Isabel y Juan como un mito. Esta dimensión da solera a la tradición, pero también la limita, porque el término mito resulta, con todo, insuficiente. Para superar la deficiencia, es necesario acudir al folclore, que se torna indispensable para entender el relato porque es a través del folclore desde donde la historia entabla lazos con la literatura europea y desde el que se pueden establecer filiaciones y relaciones de dependencia o intertextualidad. En este sentido estamos ante un relato mítico-folclórico:
el mito es un texto popular que se personaliza al ser ubicado en un espacio concreto y dar un nombre identificable a los personajes folclóricos.
Del mismo modo, se trata de un relato maravilloso bajo la forma de mito de fundación y legitimación construido a través de un rito de amor y muerte de los miembros de dos familias que, según el papel de letra antigua, contribuyeron a poblar Teruel en un tiempo de orígenes, evocados por si e independiente de su datación precisa. Este hecho es francamente importante.
Artículo de Ana Carmen Bueno. Revista de las Bodas.