Ella espera. solo el cierzo ha llegado primero. Ese viento que baja desde el norte cortando la claridad del día en finísimas laminas.
El cierzo se entromete y mueve con la fuerza de dos pasos la vida cotidiana, la cambia de lugar, inclina la mirada y mueve los sentidos, apenas los árboles aguantan la embestida, lienzos de muralla que resisten en sus grietas, hablando con susurros repetidos de fantasmas.
Ella se refugia en su larga capa de fieltro rojo, una bufanda de armiños ondea elegante, prolongación perfecta de su cuello. Ella mantiene la mirada entre las lagrimas del frío, fija en la ligera cuesta que sube desde la puerta de Daroca.
Espera, junto a su sombra, que también resiste la cierzada.
Espera y recuerda el abrazo que le falta, los besos que son huellas, el silencio de entenderse con los gestos.
Espera y recuerda. Espera porque sabe que vendrá. El amor y su promesa es lo único que les queda. Mira la torre. Y sabe que está y sonríe.
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