Este sí que es un chiste:
Un tal Rodrigo Borja, oriundo de las faldas del Moncayo pero reubicado en Valencia, tenía una querida y 4 hijos, de los que destacaron César y Lucrecia. Nada de risas –por ahora- si no fuese que era obispo y cardenal –procede una sonrisa sarcástica- y que para mejor lograr sus fines italianizó el apellido que en lo sucesivo fue Borgia.
Su hijo, César, a los 15 años ya era obispo de Pamblona –aquí cabe otra sonrisa sarcástica- y a los 20 arzobispo de Valencia y nada menos que cardenal. (Ojo: que nadie piense que era también concejal de Rita Barberá). Lo eclesiástico no le gustaba mucho pese a su fulgurante carrera, y dejó los hábitos y se apuntó a la “mili”, y directamente pasó a ser general de las tropas del Vaticano.
Antes de quedarnos con la boca abierta, procede informar que su padre, Rodrigo Borgia, se había convertido en Papa con el nombre de Alejandro VI.
En paralelo, la hija del Papa Alejandro VI, Lucrecia Borgia, guapísima ella, se había casado a los 13 años con un noble, pero a los 4 años se divorció porque el elemento era impotente.
Y ahora, nos vamos a reír todo lo que podamos: Mientras esperaba los papeles del divorcio se recluyó en un convento, y apareció preñada, y tuvo un hijo. Entonces, el Papa Alejandro VI (que recordemos para no parar de reír que era el padre de Lucrecia) dictó un decreto pontificio, en el que se reconocía como padre de la criatura recién nacida a César Borgia, que recordemos que era hermano de Lucrecia. Tiempo después, el Papa Alejandro VI dictó otro decreto, que tuvo en discreto silencio, donde reconocía que el crío que tuviese Lucrecia durante su estancia en el convento, no era de César Borgia, sino de él mismo.
De lo narrado se deduce que Lucrecia Borgia se follaba a su hermano César y a su padre el Papa Alejandro VI. (Ahora nos podemos partir de risa…)
Lucrecia, siempre joven y encantadora, murió sobre los 40 años, tras varios matrimonios y multitud de versiones sobre pócimas, venenos y otros sistemas de eliminación de antagonistas. Su hermano César, también murió joven dicen que víctima de la sífilis. Y Alejandro VI parece que su muerte no fue por imperativo biológico, sino por las mismas intrigas que le sirvieron a él para ser Papa. O sea: otro que aspiraba a la poltrona, se lo cargó.
¡Qué barbaridad, y queda claro que no eran del PP de Valencia!