Recuerdo la primera vez que fui a una farmacia a comprar preservativos. La asistente de la farmacéutica era una chica joven, muy guapa. Con voz temblorosa, y rojo como un tomate, le pedí una caja de preservativos.
Me entregó una caja, pero enseguida se dio cuenta de mi inexperiencia, por lo que me preguntó si sabía como utilizarlos, yo le dije que no, que era la primera vez; entonces ella abrió la caja, sacó uno de los saquitos, extrajo un preservativo y, delicadamente, se lo colocó en uno de sus pulgares, advirtiéndome de que debía asegurarme de que estuviera bien ajustado.
Al ver que yo ponía cara de extrañeza, como no había nadie más en la farmacia, se acercó a la puerta, colgó un cartel que ponía "Vuelvo en unos minutos", y cerró con llave por dentro. A continuación, me cogió de la mano y me condujo a la trastienda. Sin más, se desabrochó la blusa, se quitó el sujetador y me preguntó:
- ¿Te excito?
Yo, alucinando, no pude más que asentir con la cabeza.
Entonces me dijo que era el momento de colocarme el preservativo. Mientras me lo ponía, ella se quitó la falda, se bajó las bragas y se tumbó sobre una mesa diciéndome:
- Va, date prisa, que no tenemos mucho tiempo.
Me acosté sobre ella, pero como era mi primera vez no pude aguantarme mucho tiempo. Entonces me miró, un poco decepcionada, y me dijo muy seria:
- ¡Al menos te habrás puesto bien el preservativo!
- Por supuesto, le dije, mostrándoselo perfectamente ajustado sobre mi pulgar.