Muchas felicidades!Tras veinticinco años de matrimonio sigues siendo alguien muy especial para mí: el verdadero y autentico amor de mi vida. Has sabido llenar mi existencia de dicha haciéndome comprender que en el verdadero amor todos los obstáculos son fácilmente superables cuando el respeto y el compromiso de unión entre dos personas siguen inalterables a pesar del paso del tiempo.
Algunos dicen que el amor se apaga con el tiempo, mas yo me enamoro de ti un poco más cada día. Hoy, en la celebración de nuestro aniversario de plata, quiero demostrarte mi más profundo amor y agradecerte que siempre estés aquí, a mi lado. Llenas mi vida con tu sola presencia y mi deseo es que podamos compartir para siempre la increíble felicidad que durante estos veinticinco años nos ha acompañado.
El amor es el que trabaja, el que telefonea a media mañana para decir “tengo ganas de verte” o “sin ti se me está haciendo muy largo el día” o un simple “gracias”. El amor es el que regala una mirada cómplice o el que recoge la mesa. El amor es cambiar a su canal favorito y mostrar interés por sus silencios o dolores de cabeza, y estar juntos, más juntos. El amor, enamorarse: darse, prescindir del propio gusto. Cuesta. Ya lo creo que cuesta. Porque vale. Y late. La felicidad cuesta. De no costar sería como mucho una fantasía cursi, o un estremecimiento anodino que no lleva a ninguna parte.
Veinticinco años de juntos. No se estila. Ninguno cede. Piensan que el esfuerzo es un lastre, que no es amor ni es progreso. Veinticinco años: millones de caricias y contratiempos. No ha resultado fácil sacar adelante tantos besos e incertidumbres… Y las hijas, que se han criado a fuerza de risas y ejemplo. Y excursiones y momentos duros y suspensos y noes (no a la tontuna ambiente, no a la frivolidad, no al capricho de lo que apetece). Amor, que torna el fastidio propio en bienestar de todos. Es entrañable mirarse hoy, justo hoy, cuando desde hace veinticinco años celebramos las bodas de plata todos los días. Mirarse: desnudarse por completo el alma. Sin complejos. Quererse en casa, en la calle o en el dolor inevitable.
Veinticinco años, dicen. Esas canas que le favorecen a él, y esa dulce cadencia de ella. Tener clase en la vida es amarse así. Y esas manos que siguen el mapa de nuestras almas, esos labios que besan la esperanza, esos ojos que saben a gloria… La misma cama donde el amor es unánime, y se pule en una mutua donación, y piropo, y confidencia. Y cada mañana nos sorprende como si fuera la primera. Con el mismo milagro en la mirada. Es lo que hoy celebramos, lo que vemos en nuestras caras.
Te quiero.
Tras veinticinco años de matrimonio sigues siendo alguien muy especial para mí: el verdadero y autentico amor de mi vida. Has sabido llenar mi existencia de dicha haciéndome comprender que en el verdadero amor todos los obstáculos son fácilmente superables cuando el respeto y el compromiso de unión entre dos personas siguen inalterables a pesar del paso del tiempo.
Algunos dicen que el amor se apaga con el tiempo, mas yo me enamoro de ti un poco más cada día. Hoy, en la celebración de nuestro aniversario de plata, quiero demostrarte mi más profundo amor y agradecerte que siempre estés aquí, a mi lado. Llenas mi vida con tu sola presencia y mi deseo es que podamos compartir para siempre la increíble felicidad que durante estos veinticinco años nos ha acompañado.
El amor es el que trabaja, el que telefonea a media mañana para decir “tengo ganas de verte” o “sin ti se me está haciendo muy largo el día” o un simple “gracias”. El amor es el que regala una mirada cómplice o el que recoge la mesa. El amor es cambiar a su canal favorito y mostrar interés por sus silencios o dolores de cabeza, y estar juntos, más juntos. El amor, enamorarse: darse, prescindir del propio gusto. Cuesta. Ya lo creo que cuesta. Porque vale. Y late. La felicidad cuesta. De no costar sería como mucho una fantasía cursi, o un estremecimiento anodino que no lleva a ninguna parte.
Veinticinco años de juntos. No se estila. Ninguno cede. Piensan que el esfuerzo es un lastre, que no es amor ni es progreso. Veinticinco años: millones de caricias y contratiempos. No ha resultado fácil sacar adelante tantos besos e incertidumbres… Y las hijas, que se han criado a fuerza de risas y ejemplo. Y excursiones y momentos duros y suspensos y noes (no a la tontuna ambiente, no a la frivolidad, no al capricho de lo que apetece). Amor, que torna el fastidio propio en bienestar de todos. Es entrañable mirarse hoy, justo hoy, cuando desde hace veinticinco años celebramos las bodas de plata todos los días. Mirarse: desnudarse por completo el alma. Sin complejos. Quererse en casa, en la calle o en el dolor inevitable.
Veinticinco años, dicen. Esas canas que le favorecen a él, y esa dulce cadencia de ella. Tener clase en la vida es amarse así. Y esas manos que siguen el mapa de nuestras almas, esos labios que besan la esperanza, esos ojos que saben a gloria… La misma cama donde el amor es unánime, y se pule en una mutua donación, y piropo, y confidencia. Y cada mañana nos sorprende como si fuera la primera. Con el mismo milagro en la mirada. Es lo que hoy celebramos, lo que vemos en nuestras caras.
Te quiero.
Tras veinticinco años de matrimonio sigues siendo alguien muy especial para mí: el verdadero y autentico amor de mi vida. Has sabido llenar mi existencia de dicha haciéndome comprender que en el verdadero amor todos los obstáculos son fácilmente superables cuando el respeto y el compromiso de unión entre dos personas siguen inalterables a pesar del paso del tiempo.
Algunos dicen que el amor se apaga con el tiempo, mas yo me enamoro de ti un poco más cada día. Hoy, en la celebración de nuestro aniversario de plata, quiero demostrarte mi más profundo amor y agradecerte que siempre estés aquí, a mi lado. Llenas mi vida con tu sola presencia y mi deseo es que podamos compartir para siempre la increíble felicidad que durante estos veinticinco años nos ha acompañado.
El amor es el que trabaja, el que telefonea a media mañana para decir “tengo ganas de verte” o “sin ti se me está haciendo muy largo el día” o un simple “gracias”. El amor es el que regala una mirada cómplice o el que recoge la mesa. El amor es cambiar a su canal favorito y mostrar interés por sus silencios o dolores de cabeza, y estar juntos, más juntos. El amor, enamorarse: darse, prescindir del propio gusto. Cuesta. Ya lo creo que cuesta. Porque vale. Y late. La felicidad cuesta. De no costar sería como mucho una fantasía cursi, o un estremecimiento anodino que no lleva a ninguna parte.
Veinticinco años de juntos. No se estila. Ninguno cede. Piensan que el esfuerzo es un lastre, que no es amor ni es progreso. Veinticinco años: millones de caricias y contratiempos. No ha resultado fácil sacar adelante tantos besos e incertidumbres… Y las hijas, que se han criado a fuerza de risas y ejemplo. Y excursiones y momentos duros y suspensos y noes (no a la tontuna ambiente, no a la frivolidad, no al capricho de lo que apetece). Amor, que torna el fastidio propio en bienestar de todos. Es entrañable mirarse hoy, justo hoy, cuando desde hace veinticinco años celebramos las bodas de plata todos los días. Mirarse: desnudarse por completo el alma. Sin complejos. Quererse en casa, en la calle o en el dolor inevitable.
Veinticinco años, dicen. Esas canas que le favorecen a él, y esa dulce cadencia de ella. Tener clase en la vida es amarse así. Y esas manos que siguen el mapa de nuestras almas, esos labios que besan la esperanza, esos ojos que saben a gloria… La misma cama donde el amor es unánime, y se pule en una mutua donación, y piropo, y confidencia. Y cada mañana nos sorprende como si fuera la primera. Con el mismo milagro en la mirada. Es lo que hoy celebramos, lo que vemos en nuestras caras.
Te quiero.
Tras veinticinco años de matrimonio sigues siendo alguien muy especial para mí: el verdadero y autentico amor de mi vida. Has sabido llenar mi existencia de dicha haciéndome comprender que en el verdadero amor todos los obstáculos son fácilmente superables cuando el respeto y el compromiso de unión entre dos personas siguen inalterables a pesar del paso del tiempo.
Algunos dicen que el amor se apaga con el tiempo, mas yo me enamoro de ti un poco más cada día. Hoy, en la celebración de nuestro aniversario de plata, quiero demostrarte mi más profundo amor y agradecerte que siempre estés aquí, a mi lado. Llenas mi vida con tu sola presencia y mi deseo es que podamos compartir para siempre la increíble felicidad que durante estos veinticinco años nos ha acompañado.
El amor es el que trabaja, el que telefonea a media mañana para decir “tengo ganas de verte” o “sin ti se me está haciendo muy largo el día” o un simple “gracias”. El amor es el que regala una mirada cómplice o el que recoge la mesa. El amor es cambiar a su canal favorito y mostrar interés por sus silencios o dolores de cabeza, y estar juntos, más juntos. El amor, enamorarse: darse, prescindir del propio gusto. Cuesta. Ya lo creo que cuesta. Porque vale. Y late. La felicidad cuesta. De no costar sería como mucho una fantasía cursi, o un estremecimiento anodino que no lleva a ninguna parte.
Veinticinco años de juntos. No se estila. Ninguno cede. Piensan que el esfuerzo es un lastre, que no es amor ni es progreso. Veinticinco años: millones de caricias y contratiempos. No ha resultado fácil sacar adelante tantos besos e incertidumbres… Y las hijas, que se han criado a fuerza de risas y ejemplo. Y excursiones y momentos duros y suspensos y noes (no a la tontuna ambiente, no a la frivolidad, no al capricho de lo que apetece). Amor, que torna el fastidio propio en bienestar de todos. Es entrañable mirarse hoy, justo hoy, cuando desde hace veinticinco años celebramos las bodas de plata todos los días. Mirarse: desnudarse por completo el alma. Sin complejos. Quererse en casa, en la calle o en el dolor inevitable.
Veinticinco años, dicen. Esas canas que le favorecen a él, y esa dulce cadencia de ella. Tener clase en la vida es amarse así. Y esas manos que siguen el mapa de nuestras almas, esos labios que besan la esperanza, esos ojos que saben a gloria… La misma cama donde el amor es unánime, y se pule en una mutua donación, y piropo, y confidencia. Y cada mañana nos sorprende como si fuera la primera. Con el mismo milagro en la mirada. Es lo que hoy celebramos, lo que vemos en nuestras caras.
Te quiero.
Fotos del fin de semana pasado en el Tropi.
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Toni, cuando puedas me pasas las tuyas por correo.
Ok, perfecto Toni.A ver si tengo un rato y las descargo para mandártelas Juan Carlos
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Buenos días Diferents
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