Tristán da Cunha.
Cuando pensamos en un paraíso es bastante frecuente que nuestra mente nos lleve a imaginar una isla, lo bastante lejana de cualquier lugar habitado, llena de vegetación lujuriante, cocoteros, palmeras y multitud de flores, pero no todos esos lugares se ajustan a ese prototipo.
La isla Tristán da Cunha se encuentra en medio del océano Atlántico, frente a las costas africanas, a unos 2900 km de Ciudad del Cabo y
detenta el particular récord Guinnes de ser en la que sus habitantes viven lo más alejados del resto del mundo.
Tristán da Cunha depende de su hermana mayor, la isla de Santa Helena y como ésta es británica. La isla es un cono volcánico con alturas de más de 2000m que se cubren de nieve en invierno y enormes acantilados que hacen muy difícil su acceso.
Fue poblada originalmente por 7 familias (los Lavarello, Swain, Green, Rogers, Repetto, Hagan y Glass) de las que casi en su totalidad las 300 personas que hoy la habitan son los descendientes. La población se extiende al pie del pico, en el único lugar plano de la isla. Poco visitada, apenas algunos barcos se aproximan a sus difíciles costas para aprovisionarse.
Descubierta en el s XVI por el marino portugués Tristao D’ Acunha en su ruta hacia las Indias, no es habitada permanentemente hasta principios del siglo XIX en que un pequeño grupo de británicos, americanos e italianos, se establece en la primera colonia. Desde entonces y casi en autarquía, los descendientes de los primeros colonos han logrado sobrevivir .
Los habitantes viven en una especie de sociedad comunista organizada por el Consejo de la Isla en la que todos son funcionarios y se reparten los bienes. Los víveres que aporta un barco cada 3 ó 4 meses se racionan para que no falten. Las mujeres trabajan en un pequeño huerto comunitario para poder disponer de verduras frescas. La pesca de la langosta y su exportación es la principal riqueza. No hay televisión local, ni periódicos, pero si disponen de escuela y hospital y los niños estudian allí entre los 3 y los 16 años. Posteriormente para seguir su educación pueden desplazarse a Gran Bretaña, aunque la mayoría se dirige hacia África del Sur por su mayor proximidad.
La capital.
En 1961 una erupción volcánica obligó a la evacuación de sus habitantes hacia Gran Bretaña pero regresaron en 1963, la mayoría se adaptó mal a Europa y prefirieron volver. La población se había mantenido alejada del progreso científico y técnico y aceptó mal la nueva vida que se les ofrecía en Gran Bretaña, los habitantes prefirieron su vida cercana a la naturaleza, su libertad y su rechazo a todo lo innecesario. El escritor francés Hervé Bazin escribió un emotivo relato sobre esta peripecia “Les bienhereux de la désolation”.
La consanguinidad de sus habitantes, que se han mantenido prácticamente aislados, ha generado el auge de diversas enfermedades, como el asma y el glaucoma.
Su lejanía de toda ruta turística hacen de Tristán uno de los lugares más inaccesibles del globo y solo algunos apasionados viajeros se acercan a sus costas. Aunque me comentan desde la isla que hay cruceros que se acercan hasta allí y en ocasiones pueden recibir hasta 100 viajeros en un día, lo que es una cifra bien elevada para un lugar tan pequeño. Estos viajes se realizan siempre durante la temporada estival, nuestro invierno, puesto que en el invierno austral las condiciones meteorológicas son mucho más difíciles e incluso los barcos de aprovisionamiento pueden tardar algún día más de lo previsto debido al mal tiempo. Pero esa lejanía ha empezado a ser en cierto modo relativa porque desde 2005 en que internet llegó al fin al lugar, la comunidad se ha acercado al mundo y ha empezado a abrir las puertas a la modernidad…¿Habrá perdido Robinson su libertad?
Cuando terminé de redactar este artículo me quedaba una pregunta en el aire que no había sabido responder ¿Cómo era posible que los habitantes de la isla a los que se les ofreció la posibilidad de vivir en Gran Bretaña decidieran unanimamente volver? Pensaba en todas las dificultades que entraña la vida en un espacio tan reducido y con condiciones climáticas en cierto sentido extremas y lo que es peor, sabiéndose tan alejados del resto de lugares habitados. Como no lograba imaginar qué pensaron y qué les llevó a tomar tal decisión le envié un correo a Dawn Repetto, uno de sus habitantes, preguntándole por cual era la causa, si podría darme una respuesta.
Incluso le sugerí que tal vez eran ellos los hombres más felices del mundo. Sin embargo su respuesta directa y simple me sorprendió, vino a decirme que se fueron porque estaban en peligro, pero cuando éste desapareció, simplemente “volvieron a su hogar”.
Creo que desde que empezé a interesarme por una sociedad tan pequeña y alejada he aprendido sobremanera sobre la condición humana.
La isla de la desolación: Tristán da Cunha | Mis crónicas del mundo