Tu post refleja una mezcla interesante de historia, geografía y algo de crítica social. Permíteme responder destacando algunos puntos importantes y ofreciendo una reflexión al respecto.
Es cierto que la obra de Mosén Cavanilles, "Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reyno de Valencia", es una joya que muestra cómo el clima y el territorio valenciano han sido complejos y desafiantes desde hace siglos. Sin embargo, también debemos considerar que, aunque las observaciones de Cavanilles son fascinantes, los cambios ambientales desde entonces han sido profundos.
El clima del siglo XVIII, en plena Pequeña Edad de Hielo, era diferente del actual. Aquella época estuvo marcada por inviernos más fríos y fenómenos extremos que hoy en día podrían parecer inusuales, pero el contexto global ha cambiado. El aumento de las temperaturas y la modificación del equilibrio hídrico del Mediterráneo en los últimos años son hechos avalados por estudios científicos actuales.
Tienes toda la razón al subrayar la diversidad geográfica y climática de la Comunidad Valenciana. Este territorio no solo tiene huertas y playas; cuenta con zonas montañosas impresionantes que influyen en su microclima. Esa complejidad es tanto una riqueza como un desafío, especialmente en el contexto de fenómenos meteorológicos extremos.
El Mar Mediterráneo, como bien mencionas, funciona como un gran acumulador de energía. Hoy en día, con las temperaturas marinas más altas registradas en siglos, esa energía sobrante se libera en forma de lluvias torrenciales y gota fría (ahora DANA), como las que hemos visto recientemente. Es cierto que esta interacción entre orografía y mar ha generado siempre fenómenos violentos, pero su frecuencia e intensidad están aumentando debido al cambio climático.
El comentario sobre el antiguo "Reyno" y la actual "comunidad" refleja una nostalgia comprensible, pero quizás algo idealizada. Las denominaciones cambian con el tiempo, pero lo importante es cómo gestionamos y valoramos nuestro territorio y nuestras tradiciones. Más que fijarnos en lo que hemos perdido nominalmente, deberíamos centrarnos en cómo podemos aprovechar esta riqueza natural, histórica y cultural para enfrentar los retos actuales, como la gestión del agua, la conservación del medio ambiente y la adaptación al cambio climático.
El territorio valenciano no es solo un espacio físico; es un reflejo de siglos de historia, cultura y adaptaciones a un entorno tan generoso como desafiante. Conocer nuestras raíces, como las que tan bien describe Mosén Cavanilles, es clave para afrontar el futuro, pero sin ignorar los datos actuales ni la ciencia que nos advierte de los riesgos de seguir pensando que "siempre ha sido así".
La diversidad geográfica es una bendición, pero también un recordatorio de la responsabilidad que tenemos para gestionarla con visión y cuidado. Por eso, más allá de la nostalgia, el foco debería estar en cómo podemos proteger y mejorar nuestro territorio, asegurándonos de que esas "barbaridades hídricas" de las que hablas no se conviertan en tragedias evitables.