Paloma
locuaz
Ya he vuelto, ¡que paliza de subida! Pena que sólo fuera con mi imaginación. Sí, me dejé llevar escaleras arriba de las letras de autor del libro “Tras los pasos…”, subidos 300 escalones de los 1.450 que nos esperaban ya comenzaba a sentir plomo en sus piernas, hacia la mitad del ascenso contemplamos el maravilloso panorama que se abría a nuestra vista. Por los ochocientos escalones nos paramos a meditar en lo duro que sería subir, a los boyardos de Tirgoviste los bloques de piedras para construir la fortaleza, hasta la cumbre desde el valle surcado por el estrecho río Argés, que ahora se vislumbra a vista de pájaro.
Una vez arriba ¡el esfuerzo ha valido la pena! y el autor nos cuenta lo asombrado que queda al contemplar el paisaje y descubrir que casi coincide completamente con la descripción que hace el irlandés Stoker del paisaje que envuelve al castillo de “su Drácula”, especialmente sabiendo que nunca fue a Rumanía. Y lo describe así, lo reproduzco porque encaja perfectamente con la visión real desde el castillo de Poienari:
“El castillo-escribe aterrado Harker- se erige en el borde mismo de un tremendo precipicio. Si arrojara una piedra desde la ventana, ¡caería libremente desde mil pies sin chocar con nada! Hasta donde alcanza la vista se extiende un mar de verdes copas de árboles, cortado a trechos por profundas grietas en forma de simas. De vez en cuando, se divisan las hebras de plata de los riachuelos que serpentean en las gargantas profundas atravesando los bosques”
¡¡Que hermosos y hechizados paisajes nos esperan!!. Lo peor los 1450 escalones…. Pero ya nos asegura el autor que merece la pena el esfuerzo.
Por cierto, este es el auténtico castillo de Vlad Tepes Dracula, no el que turísticamente se anuncia como tal.
Una vez arriba ¡el esfuerzo ha valido la pena! y el autor nos cuenta lo asombrado que queda al contemplar el paisaje y descubrir que casi coincide completamente con la descripción que hace el irlandés Stoker del paisaje que envuelve al castillo de “su Drácula”, especialmente sabiendo que nunca fue a Rumanía. Y lo describe así, lo reproduzco porque encaja perfectamente con la visión real desde el castillo de Poienari:
“El castillo-escribe aterrado Harker- se erige en el borde mismo de un tremendo precipicio. Si arrojara una piedra desde la ventana, ¡caería libremente desde mil pies sin chocar con nada! Hasta donde alcanza la vista se extiende un mar de verdes copas de árboles, cortado a trechos por profundas grietas en forma de simas. De vez en cuando, se divisan las hebras de plata de los riachuelos que serpentean en las gargantas profundas atravesando los bosques”
¡¡Que hermosos y hechizados paisajes nos esperan!!. Lo peor los 1450 escalones…. Pero ya nos asegura el autor que merece la pena el esfuerzo.
Por cierto, este es el auténtico castillo de Vlad Tepes Dracula, no el que turísticamente se anuncia como tal.