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El cliente siempre tiene la razón. Es un excelente a priori, aunque el susodicho pueda estar equivocado, lo que sucede, evidentement. La idea es que la prioridad del comerciante es la satisfacción del cliente.
Lo que tiene sus límites. Hay quien prefiere la fórmula "El cliente nunca está equivocado" que no es exactamente lo mismo... O "El cliente es rey" lo que es todavía más abierto.
Es una relación que culmina con la presentación de la factura final que paga el cliente, por un servicio o un producto. Factura muy poco transparente, por no decir que por lo general es más bien absolutament oscura.
El contacto final es el vendedor. La pregunta evidente es ¿Cuál es su beneficio, cómo lo justifica, porqué?
Una respuesta clara parece ser indispensable. Y la transparencia no es precisament una tradición en el ámbito del comercio. No lo ha sido nunca. Lo que no facilita la confianza. Un cliente está o se siente en posición de debilidad, de ser engañado. Es algo tan viejo como el intercambio comercial mismo. De donde el origen del slogan inicial, creado por comerciantes, no hay que olvidarlo.
Por eso cuando se percibe una claridad en lo que pagas y objetivamente o no, piensas que el servicio, el trabajo (porque es uno), y la producción son correctas, lo valen, se tiene tendencia a recomendar, a aconsejar. Con gusto. Con el riesgo de caer con cierta facilidad en generalizaciones. En simplificaciones abusivas. Para bien o para mal.
Al panadero de la esquina de mi calle, le tengo una confianza casi absoluta. He visto lo que hace, con qué, cómo. Conozco lo que gana. La relación establecida es bastante clara.
No es lo mismo con el gran supermercado que sé que además paga salarios de miseria a sus empleados. Ni con algo como el costo de un viaje o cuestiones por el estilo.
Es una relación... compleja.
Percibida, con bastantes razones razonables, como desigual. Aunque el cliente no esté desarmado, no lo olvidemos tampoco.[/TD]
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