Ignorados en Extremadura, triunfadores en Tailandia
«Me llevé dos semanas preocupado porque el público en Tailandia no aplaudía, después descubrimos que esa costumbre es muy occidental»
Un desconocido grupo de música folk de Cáceres, 'Barrunto Bellota Band', logra éxito tras éxito en cuatro conciertos que acaba de dar en el país asiático
Para que un extremeño sea exótico se tiene que ir a Tailandia. Allí, el éxito está asegurado. Esa es la explicación para que una banda de folk de Cáceres prácticamente desconocida en Extremadura haya arrasado en este país del sudeste asiático. «Allí somos la 'World Music' (música del mundo)». Ésta es la historia de 'Barrunto Bellota Band', un proyecto que nació en la cocina de una casa antigua del casco histórico cacereño, justo detrás de la Plaza Mayor. Ahora tienen fama internacional. El grupo lo componen cuatro jóvenes artistas que, con sus instrumentos, dominan el idioma universal: la música.
Pedro López, de 24 años y natural de Talarrubias (Badajoz), lleva el acordeón como una extensión de sí mismo. Hace de portavoz, pero él no es el protagonista, al igual que su instrumento. El acordeón marca el tiempo, es el que guía al resto. Él empieza, los demás le siguen. Es la base armónico-rítmica, pero siempre permanece en el fondo, en un modesto segundo plano.
Javier Jiménez tiene 23 años, es de Cáceres y exprime el violín. Él adorna la melodía. Aparenta timidez, pero cuando su instrumento suena, los otros callan, al igual que cuando él habla (no lo hace tanto como Pedro), los demás escuchan atentamente.
La diferencia la pone Eugenio Simoes, de 25 años y nacido en Esparragalejo (Badajoz). Parece serio, no obstante, una vez que se arranca, es el más cercano. Lo mismo ocurre con su aportación, el jembe. «La percusión supone la proximidad con el pueblo, es un timbre mucho más cercano». Y aporta estabilidad.
La banda la completa Tony García, «yo tengo 36, también soy de Cáceres y cuido de todos ellos». Su fuerte es el clarinete. Dicen de él que siempre se convierte en el alma de la fiesta. El clarinete es el rey, «es el que te hace sentir», el que decide si una canción es triste o alegre. El que marca, al fin y al cabo, el estado de ánimo de la melodía.
La relación entre clarinete y violín es muy estrecha. Cuando ambos músicos se miran a los ojos, saben perfectamente lo que uno quiere del otro. Eso les permite improvisar en plena actuación. Tienen diálogos, incluso se gastan 'bromas musicales'.
Para ellos, tocar es como respirar. En cuanto suena la primera nota, es difícil interrumpirlos. «Es que surge la magia», asegura Eugenio, o Geni, como le llaman sus compañeros.
Su estilo folk es ambicioso. Ser extremeños no significa que interpreten ritmos de la tierra. Van mucho más allá. Mezclan la música tradicional de los judíos asquenazíes con acordes balcánicos de la antigua Yugoslavia. «Los asquenazíes -procedentes de Asiria y parte de Turquía- son los que se asentaron en Europa central, por ejemplo, en Polonia y Alemania», explica Pedro. De estos judíos de la diáspora salió el 'klezmer', esto es, ritmos de celebración -de boda, por ejemplo- con mucha expresividad. En ellos, el clarinete es el instrumento estrella.
Su otra fuente de inspiración, los ritmos balcánicos de la antigua Yugoslavia, tienen al artista Goran Bregovic (quien actuó en el Festival de Teatro Clásico de Mérida en 2005) como máximo representante, «aunque nosotros no somos tan cañeros».
¿Cómo terminan unos músicos extremeños triunfando en Tailandia con un cóctel de música judía y balcánica? La historia comienza con Javier, el violinista, quien estuvo mucho tiempo escuchando Radio 3 cuando era pequeño porque una enfermedad le obligó a permanecer en casa sin poder ir al colegio. «Me acuerdo que le daban mucho bombo a un grupo polaco. No era jazz ni nada que se le pareciera, y quise descubrir qué tipo de música era aquella». Su curiosidad le llevó lejos.
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