Si ponen carteles, recuerdo que en una de las caminatas atravesando el bosque camino de la cima para poder ver libremente un glaciar, llegamos al fin a un sitio despejado, había un gran nevero por una parte y un gran campo lleno de multitud de florecillas silvestres multicolores, era una maravilla, dejábamos atrás los inmensos árboles nacidos entre rocas gigantes, donde pensábamos que en invierno fácilmente podrían invernar los osos, entre sus huecos. De pronto aparece el gran cielo azul, el glaciar, el nevero que tenemos que atravesar y nos sirve para tirarnos bolas de nieve…, pero sobre todo la gran extensión de pradera cuajada de coloridas florecillas…¡¡extasiada me quedé!, cuando mi marido dijo: ven a leer este cartel: “le recordamos que está usted en tierra de osos”. Me arruinaron la emoción, los osos tenían los mismos gustos que yo (los campos floridos), ya los había visto salir sobre las ocho de la tarde a las praderas que bordean las carreteras a ponerse morados de florecillas que allí nacían… Volví a ponerme a cantar a todo pulmón para alejarlos de nuestro camino.
Con respecto a los grizzlis tengo otra aventura que nos heló la sangre. Preparando el viaje nos habíamos informado muy bien de todo, que no había que hacer rutas si no ibas en un grupo de al menos entre seis o diez personas, que si ves un oso yendo en coche NUNCA hay que bajarse del mismo, etc. La primera vez que vimos un oso negro con dos crías preciosas, nos quedamos a observarlas en la AC. Pero estaban lejos comiendo flores en una pradera entre la carretera y el bosque, ¡ni nos miraban! No existíamos para ellos, llegaron otros coches y se bajaron algunos para hace fotos. La verdad es que vas cogiendo confianza, seguían sin mirarnos y yo también puse pie en tierra. Hasta que llegó la policía del parque a fastidiarnos la tarde y comenzó a dispararlos, con lo cual salieron escopetados a ocultarse en el bosque.
Ya sabíamos dónde buscarlos, habíamos descubierto que donde había florecillas al atardecer aparecerían osos, y nos fallaba, nos gustaba salir a buscarlos, porque lo cierto es que se te tiene que hacer el ojo a ellos, pasan desapercibidos cuando vas en ruta. Uno de los días por una carretera de doble sentido rebasamos un oso negro que iba pegadito al asfalto, se dio cuenta mi marido pero yo no había alcanzado a verlo, en cuanto pudimos dimos la vuelta con la AC y paramos un poco más adelante a él en sentido contrario. Nos bajamos de la AC (para entonces le habíamos perdido mucho miedo, aunque no el respeto) y dejando carretera por medio retrocedimos cámara en mano hacia él, se paró a su lado una especie de furgoneta e hizo lo que jamás debe hacerse, “darle comida” mi marido quiso cruzar al lado del oso para hacer una mejor foto, yo trataba de impedírselo cuando oímos un ruido a nuestra espalda, ¡quedamos mudos, allí teníamos a un oso grizzlis, que son los peores, a cuatro pasos de nosotros, miramos lo lejos que habíamos dejado la AC… no me preguntéis que pasó, todos corrimos hacia la AC, nosotros para refugiarnos en ella y el grizzlis no sé por qué, pero en el vídeo (que tenía yo en la mano encendido), aparece como una ráfaga cruzando por delante de la AC hacia la otra parte de la carretera, desapareciendo entre los árboles… ¡que miedo pasamos! Ya no volvimos a bajarnos cuando veíamos un oso, no sea que se encuentre otro a nuestras espaldas.. Los osos negros son una monada y más si son las crías, pero los grizzlis, al menos el que nos salió a nosotros, daba un miedo terrible. No le debimos de gustar o también se asustó él, !menos mal! Porque habre tenía que tener, estaba flacucho, como corresponde a esa época del año que acaban de salir de su invernación.
¡Figuraros, a nuestra edad con estas aventuras…y estas irresponsabilidades!