amanyago
locuaz
Cuando un ser querido se ausenta permanentemente, se sufre y el dolor nos parece insuperable.
Cuando ha partido, el corazón se nos achica y nos salen aquellas carencias que con ellos hemos tenido.
Nos ahoga esa culpabilidad por no haberle dicho aquello, o por no haber hecho lo otro. El dolor de la ausencia nos empaña, agravado por aquellas cosas que nos pesan.
Una madre, nunca se ausenta del todo.
Cuando la serenidad, el amor y la dedicación que les debemos, a quienes continuan en nuestro entorno; las responsabilidades diarias y cotidianas, nos hacen ver que la vida continua; nos viene el grato recuerdo de la ausente: sus risas, sus manías, sus abrazos, sus besos, sus consejos, sus recetas; y en vez de dolor, nos aparece una sonrisa. Sigue en nuestros pensamientos de una forma cotidiana. El dolor se amortigua, con la paz y los recuerdos.
Es posible que esos mismos gratos recuerdos, nos hagan aflorar de nuevo las lágrimas pero el llanto es distinto.
Nuestra madre, siempre seguirá con nosotros; seguirá siendo un referente. Recordaremos, más que nunca, sus consejos, sus soluciones; y poco a poco, volveremos a hablar de ella con naturalidad..........sin dolor, como una referencia importante porque...............no se fue del todo.
Un beso Laura
Hoy hace un mes que falleció mi padre.
Esto que acabo de leer me llegó a lo más profundo del corazón.