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Nos levantamos a la intempestiva e inhumana hora de las 4:00 de la madrugada (unos antes que otros), cuando una extraña fuerza sobrenatural empuja mi cuerpo contra mi voluntad hacia la cama, intentando impedírmelo.
Pero las ganas de salir hacia nuestro deseado destino son superiores y vencen. Damos un bocado matutino para cargar las pilas, preparamos todo y nos dirigimos en la penumbra hacia la caravana.
Con linternas y la tradicional mala leche que suele acompañar a la carga de bártulos y montaje de la caravana en el coche, iniciamos la gran aventura que nos llevará algo más de 3 semanas por tierras europeas, nuestro viaje más largo por tierra hasta ahora recorrido en caravana, a las 6,30 h.
Paramos a repostar antes de abandonar el país en la última gasolinera, donde parece que nos van a regalar la gasolina, a juzgar por las colas que hay, y es que la diferencia de precio del carburante con el resto de Europa es lo suficientemente relevante como para hacerla sin rechistar.
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