La facilidad.
Antonio Carlos Cintas (El autor del libelo) tenía una conclusión preparada, ya lista, lo que se generalmente se denomina: un prejuicio, antes de agitar alguna neurona floja y mover un distraído dedo sobre el teclado pensando en cómo justificar su futuro estipendio...
Reemplazar la falta de argumentos por una suma de vulgaridades laboriosas no hace ni una crónica, ni un artículo digno de ese nombre. ¿No hay redactores en jefe que al menos cuiden el supuesto prestigio de su publicación?
Especialmente cuando los verdaderos argumentos susceptibles de observaciones y crítica, existen, son palpables. Pero que exigen un trabajo de documentación, de estudio, antes de pretender alinear cuatro párrafos mal hilvanados.
Lo que se llama normalmente: un trabajo.
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