webmaster
Administrator
Hubo veraneos en A Coruña y después en Cangas, pero nada comparable a «esos grandes viajes» que recuerda la presentadora de «Vía V».
Aunque quisiera, no podría disimular a qué se dedica. Lo suyo es la comunicación. Tiene que hablar de sus veranos de la infancia y se explica como un libro abierto. Empieza por esos que pasaba en A Coruña, cuando todavía no había nacido su hermana Marta, y que las juntaba a ella y a Pilón (su otra hermana) con su madre, su tía y sus primos en casa de su abuelo materno: «En aquella época no hacía muy buen tiempo y entonces íbamos a la playa solo cuando se podía, casi siempre a Riazor o a Bastiagueiro. Lo que sí tengo grabado de aquellos días es el olor de la panadería que había debajo de casa, en Marqués de Pontejos». Eso en lo que respecta a A Coruña, porque luego llegó, ya con la familia al completo, la época de vacaciones en Cangas: «Allí todo era playa y playa. Y ese tiempo eterno de la infancia, donde se hacía de todo...».
Se interrumpe la periodista ourensana, directora de Vía V , porque, hecha esta introducción, ha llegado el momento de hablar de «los superveranos». ¿Qué pasó? «Pues que mis padres se compraron una caravana y un Land Rover, mis tíos otra y unos amigos otra. Ahí empezó la aventura de los grandes viajes», cuenta Fernanda, que coge un lápiz y un papel para dibujar sus recuerdos. Pinta primero las caravanas, después a sus ocupantes y después cómo se colocaban en los cámpings. «Nos juntábamos 10 niños y 7 adultos. Poníamos las caravanas en forma de U y así nos quedaba nuestro espacio delimitado», se ríe. Ahora los recuerdos se pisan unos a otros: «El primer viaje fue un recorrido por Portugal y la vuelta por España; también estuvimos en un balneario que acababa de cerrar (era propiedad de la familia de la mujer que viajaba con nosotros) en la sierra de Cadí y también estuvimos en París, en la casa que nos dejó un primo carnal de mi padre justo al lado del Arco del Triunfo». Esos viajes, que continuaron hasta que Fernanda, la mayor de las hermanas, cumplió los 16, se repetían cada verano, y cada Semana Santa... «La gente nos miraba allá adonde íbamos, parecíamos del circo», recuerda Fernanda, que insiste en que no se imagina unos veranos mejores: «Ojalá pudiera darle yo ahora a mi hija unas veranos así».
publicado en: http://www.lavozdegalicia.es
Aunque quisiera, no podría disimular a qué se dedica. Lo suyo es la comunicación. Tiene que hablar de sus veranos de la infancia y se explica como un libro abierto. Empieza por esos que pasaba en A Coruña, cuando todavía no había nacido su hermana Marta, y que las juntaba a ella y a Pilón (su otra hermana) con su madre, su tía y sus primos en casa de su abuelo materno: «En aquella época no hacía muy buen tiempo y entonces íbamos a la playa solo cuando se podía, casi siempre a Riazor o a Bastiagueiro. Lo que sí tengo grabado de aquellos días es el olor de la panadería que había debajo de casa, en Marqués de Pontejos». Eso en lo que respecta a A Coruña, porque luego llegó, ya con la familia al completo, la época de vacaciones en Cangas: «Allí todo era playa y playa. Y ese tiempo eterno de la infancia, donde se hacía de todo...».
Se interrumpe la periodista ourensana, directora de Vía V , porque, hecha esta introducción, ha llegado el momento de hablar de «los superveranos». ¿Qué pasó? «Pues que mis padres se compraron una caravana y un Land Rover, mis tíos otra y unos amigos otra. Ahí empezó la aventura de los grandes viajes», cuenta Fernanda, que coge un lápiz y un papel para dibujar sus recuerdos. Pinta primero las caravanas, después a sus ocupantes y después cómo se colocaban en los cámpings. «Nos juntábamos 10 niños y 7 adultos. Poníamos las caravanas en forma de U y así nos quedaba nuestro espacio delimitado», se ríe. Ahora los recuerdos se pisan unos a otros: «El primer viaje fue un recorrido por Portugal y la vuelta por España; también estuvimos en un balneario que acababa de cerrar (era propiedad de la familia de la mujer que viajaba con nosotros) en la sierra de Cadí y también estuvimos en París, en la casa que nos dejó un primo carnal de mi padre justo al lado del Arco del Triunfo». Esos viajes, que continuaron hasta que Fernanda, la mayor de las hermanas, cumplió los 16, se repetían cada verano, y cada Semana Santa... «La gente nos miraba allá adonde íbamos, parecíamos del circo», recuerda Fernanda, que insiste en que no se imagina unos veranos mejores: «Ojalá pudiera darle yo ahora a mi hija unas veranos así».
publicado en: http://www.lavozdegalicia.es