campistasdelnorte
timid@
Este fin de semana hemos vuelto a dormir en un camping después de once años sin hacerlo. Y otros tantos después de haber vendido la autocaravana. Y veintisiete desde la última vez que dormimos en una tienda.
Un respiro en temas laborales y una buena dosis de nostalgia fueron los causantes de esta locura. No nos planteamos de momento la vuelta a un elemento rodante y sí poder disfrutar otra vez desde esta manera unos pocos días al año (por ahora).
La tienda de tubos hinchables tenía una pinta excelente y no nos ha defraudado. Unos veinte minutos nos ha costado montarla y algo menos desarmarla y empaquetarla. Sencillo como plantar ajos. Bien es cierto que no hemos tenido complicaciones de lluvia y guardarla seca es una maravilla. Y eso sí, con ciertas diferencias de confort que en tiempos de juventud. Un poty en el avance, por supuesto electricidad, cocina de inducción, colchones hinchables de gran anchura y comodidad (hemos dormido y descansado como bebés, que era nuestra gran preocupación) son cosas que hacen la estancia fácil cuando la edad ya va haciendo mella. Y la rapidez de desplazamiento hace que, de momento y mientras siga la vida laboral, nos dé bastante pereza plantearnos volver a arrastrar algo. Pero el olor a café recién hecho por la mañana compensa cualquier inconveniente, y la ilusión que nos ha hecho fue grande. Tanto que estamos locos por salir de nuevo.
La conclusión es muy sencilla. El asunto es ilusionarse y no dejarse llevar por apariencias ni por necesidades superfluas. Echarle arrestos y, como nosotros, darnos cuenta de que hemos disfrutado estos días como niños. Y pensar que se puede hacer igualmente con una autocaravana de 65.000 euros o con una tienda de escasamente 400. Es cuestión personal. No renegamos de ninguna etapa de la vida, pero se trata de adaptarse. Lo único que aconsejamos es tirarse a la piscina, que son cuatro días... y tres ya han pasado.
Por cierto, la estancia fue en el Camping Osuna, de Madrid. En otro post os cuento impresiones.
Un respiro en temas laborales y una buena dosis de nostalgia fueron los causantes de esta locura. No nos planteamos de momento la vuelta a un elemento rodante y sí poder disfrutar otra vez desde esta manera unos pocos días al año (por ahora).
La tienda de tubos hinchables tenía una pinta excelente y no nos ha defraudado. Unos veinte minutos nos ha costado montarla y algo menos desarmarla y empaquetarla. Sencillo como plantar ajos. Bien es cierto que no hemos tenido complicaciones de lluvia y guardarla seca es una maravilla. Y eso sí, con ciertas diferencias de confort que en tiempos de juventud. Un poty en el avance, por supuesto electricidad, cocina de inducción, colchones hinchables de gran anchura y comodidad (hemos dormido y descansado como bebés, que era nuestra gran preocupación) son cosas que hacen la estancia fácil cuando la edad ya va haciendo mella. Y la rapidez de desplazamiento hace que, de momento y mientras siga la vida laboral, nos dé bastante pereza plantearnos volver a arrastrar algo. Pero el olor a café recién hecho por la mañana compensa cualquier inconveniente, y la ilusión que nos ha hecho fue grande. Tanto que estamos locos por salir de nuevo.
La conclusión es muy sencilla. El asunto es ilusionarse y no dejarse llevar por apariencias ni por necesidades superfluas. Echarle arrestos y, como nosotros, darnos cuenta de que hemos disfrutado estos días como niños. Y pensar que se puede hacer igualmente con una autocaravana de 65.000 euros o con una tienda de escasamente 400. Es cuestión personal. No renegamos de ninguna etapa de la vida, pero se trata de adaptarse. Lo único que aconsejamos es tirarse a la piscina, que son cuatro días... y tres ya han pasado.
Por cierto, la estancia fue en el Camping Osuna, de Madrid. En otro post os cuento impresiones.