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El placer de la acampada

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El encanto del primer verano con nuestro hijo de casi un año de vida: las tardes se hacían cortas entre una buena siesta y nuestra estancia en la playa hasta el anochecer.

ME habéis pedido un verano con un significado especial y, si me permitís, como tengo muy buenos recuerdos de dos de ellos, os comento algo de ambos.

En el verano del año 1990 yo era un padre con toda la familia. Llevaba cuatro años casado y teníamos un hijo, Miguel, con casi un año de vida. Estábamos encantados con él, el centro de nuestra vida.

Ese verano optamos por unas vacaciones que por necesidades de trabajo siempre habían sido muy cortas, no más de una semana. Pero a mi mujer y a mí siempre nos habían gustado mucho las vacaciones en camping y sobre todo en caravana. Viajamos por la costa de Andalucía oriental y fuimos poco a poco visitando Fuengirola, Málaga, La Herradura, El Ejido y Vera. La verdad, nos fue muy bien y convivimos, los tres, y disfrutamos mucho con el desenfado que supone la vida en acampada, al aire libre y, para nosotros, con el encanto del primer verano con nuestro hijo Miguel, de nueve meses, y con la libertad que sentíamos de hacer lo que nos apetecía y de estar en contacto y al aire libre con la naturaleza y con otras familias jóvenes, como nosotros, que prácticamente empezábamos a ‘experimentar’ nuestra vida en familia y totalmente a nuestro aire; yo, con 30 años, y mi mujer, Mari Trini, con 27, que –como se puede apreciar en esta foto– lo llevábamos bien, al menos en cuanto a peso en kilogramos.

Recuerdo a un matrimonio alemán, ‘vecino’ nuestro en Vera, que se entusiasmó con nuestro hijo. Cuando lo bañábamos aparecían y cuando jugaba, ellos se ponían a jugar con él. Gracias al niño pasamos a tener una relación ‘internacional’ que fue muy positiva. Llamar ‘conversaciones’ a aquello quizás sea demasiado, pero intentábamos comunicarnos, las mujeres hablaban del niño y de sus costumbres continuamente y nosotros observábamos y callábamos, aunque posteriormente y poco a poco pudimos hablar del Real Madrid y del Bayern, de fútbol, poco original, pero de esta forma conseguí hablar con ellos y compartir alguna cerveza y tapas en aquellas noches de acampada. “A Gunter le gusta el fútbol y a Antonio, también”, decían nuestras parejas.

También hablamos, en aquellas noches interminables pero cortas, de política. Pero no, en realidad de lo que hablábamos era de libertad y de heridas de guerra, hablaban del Muro de Berlín como un obstáculo en su país y de lo que suponía como herida sin cerrar. Cuando pasan los años y se recuerdan esas conversaciones, se puede pensar y creer que hay muchas cosas que parecen imposibles y se pueden conseguir. Salió algo de política. Ya picaba el gusanillo aunque yo, todavía, en aquel momento no formaba parte del Partido Popular.

Hoy recuerdo esas vacaciones con mucha simpatía y si no hubiera sido por un accidente con la caravana hoy estaríamos hablando de lo mismo, pero dos años después abandoné este tipo de acampada y de vacaciones. Sí echo hoy de menos lo que hicimos aquellos días y hoy valoro mucho más, con nostalgia incluso, el contacto espontáneo con gentes de otros lugares, el contacto con la naturaleza y, algo que a los que estamos en el mundo de la política echamos mucho de menos: convivir las 24 horas del día en y con la familia.

El otro verano fue allá por el año 1997 y ya éramos cuatro. Otro centro de nuestra vida se incorpora, Gloria, con tres años casi recién cumplidos. Pasamos quince días en un apartamento en Algarrobo (Málaga). Cambiamos y dejamos la caravana, pero lo pasamos muy bien.

Las vacaciones fueron intensas, hicimos hasta castillos en la arena, todo un logro que participáramos los cuatro en esas obras de infraestructuras playeras. La zona era muy tranquila y disfrutamos todos los días de mucha tranquilidad y de la ‘lata’ que dan un niño de siete años y una niña de tres.

Las tardes se hacían cortas entre una buena siesta y nuestra estancia en la playa hasta el anochecer, algo maravilloso y relajante. Dicen que mirar el mar o una buena chimenea relaja y hace pensar. Y algo fundamental: el teléfono móvil, todavía, no estaba muy asentado con lo que no sonaba, ¡qué alegría de verano!

Antonio Ayllón · Secretario provincial del PP, Granada

fuente: Granada Hoy
 
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