Efectivamente, no SOMOS de decir nada. Y es triste. Pasa en todos sitios, en el camping, en la calle y en tu propia casa. El tiempo que me tocó ser presidente en mi comunidad de vecinos tuve que decir a tres o cuatro personas que si es que eran mudos, que venir a mi para que yo llamara la atención de unos y otros, cuando ellos lo habían estado viendo y lo tenían allí delante, no tenía ningún sentido. Pero no nos atrevemos a enfrentarnos a nadie, probablemente porque temor a una mala reacción. Y es que cada vez más la mala educación y la falta de respeto es mayor.
Y no soy la excepción: ayer por la tarde salí con mi hija a caminar. Fuimos hasta un monumento arqueológico, señalizado y con una vaya de acceso. Nada del otro mundo, no tiene vigilancia alguna. Allí nos encontramos a dos jóvenes de calculo 19 ó 20 años. Uno había pasado una valla que cerraba el paso (una simple valla de plástico) y el otro lo miraba desde fuera. Nos saludamos al llegar. El que había dentro, practicaba "parcour" (saltos haciendo la cabra loca) entre las ruinas, aprovechando unos muros que aún quedan en pie. No le dije nada. Mientras nos marchábamos de digo a mi hija: vaya par de imbéciles. Anda que no hay sitios para hacer el cabra que no son patrimonio histórico y van y se ponen a dar saltos aquí, que lo que puede pasar es que se carguen algo o los pillen y les caiga un multazo de tres pares de narices, simplemente por hacer el tonto sin pensar.... Y como tenía cierto remordimiento de conciencia, le digo: voy a volver a decirles que no hagan el tonto, que hay piedras y escaleras por todas partes, como para meterse allí a hacer eso. Han leído los carteles indicativos, se han saltado la valla, están viendo que es un sitio arqueológico y ¿crees que te van a hacer caso...?, me contestó. Me dejé convencer rápidamente.
Ahora siento que soy tan estúpido como ellos por callarme. En mi defensa diré que no siempre he sido así. Recuerdo algunas broncas épicas cuando hacía la mili. El que dormía debajo de mi cama roncaba. Me despertaba. Así que yo lo bajaba de mi cama y lo despertaba a él. ¿Que haces, tío? me contesta, me has despertado. No, le decía, me has despertado tu a mi. Tu eres quien ronca, tu eres quien molesta y tu quien debe estar despierto si no puedes dormir sin molestar al resto. Yo no tengo culpa que tu hagas ruido y no estoy dispuesto a permanecer despierto mientras tu sigues roncando y durmiendo plácidamente. Si tu no hacer ruido, yo no me despierto y tu no te despertarás. Así cuatro o cinco noches seguidas hasta que "se fue con la música a otra parte". Encontró un rincón del cuartel con gente dispuesta a aguantar los ronquido ajenos en respetuoso silencio.
Será que me estoy haciendo viejo.