Jale
Extremeña webcampista
Me gustaría que leyerais este artículo publicado hoy en el HOY DIGITAL que habla sobre
la preciosa Cáceres y sus gentes, a ver si con ello os animais
y venís a visitar Extremadura.
El síndrome de Cáceres
Tras el síndrome de Stendhal, que hace enfermar por
exceso de belleza, y de París, que provoca desazón por decepción, llega el trastorno turístico cacereño
J. R. ALONSO DE LA TORRE/
El David, el Moisés, el Duomo, el Baptisterio, la Signoria...
Vértigos, vómitos, aceleración cardiaca, alucinaciones...
Se le llama síndrome de Stendhal porque fue el escritor
francés quien primero sintió estos trastornos y los describió.
El novelista estaba visitando Florencia y el alud de
obras de arte, la sobredosis de belleza y el estrés por
contemplar tanta perfección acabó provocándole
una enfermedad psicosomática, un malestar íntimo
y sutil que lo noqueó.
Después de Stendhal, miles de turistas han sufrido
ese síndrome en las mecas artísticas del mundo y
quienes visitan Florencia, Roma, los museos de
Londres o las maravillas de Estambul aseguran
sentirlo en cuanto el agotamiento los derrota
y llega ese momento terrible del viaje en que
te da lo mismo una puesta de sol en el
Gran Canal de Venecia que un paseo por los barrios de Getafe.
A mediados de octubre, la prensa francesa ponía
nombre a un nuevo trastorno turístico. El 'Journal
du Dimanche' hablaba del síndrome de París.
Se refería con este apelativo a que, cada año,
una docena de turistas japoneses de visita en
París son ingresados en hospitales porque sienten
desamparo, decepción y desazón ante lo que
se encuentran.
Japonés sin Amélie
Los japoneses llegan esperando paladear romanticismo,
simpatía, ternura y chic, pero se tropiezan con una
ciudad que se muere de éxito y sirve al turismo con
dejadez y sin profesionalidad: los camareros son
desagradables, los parisinos responden con desdén a las
preguntas del viajero y los japoneses, ceremoniosos y encantadores,
se encuentran con que el París glamuroso
de las guías y las películas es pasado y las calles no
están llenas de Amélies Poulenc, de acordeonistas
aduladores ni de bohemios atrayentes. Resultado:
la embajada de Japón tuvo que repatriar el año
pasado a cuatro japoneses derrotados por el shock
del síndrome de París.
Los extremeños no teníamos síndrome, pero tras l
a inauguración en Cáceres de la exposición
«Nosotros, Extremadura en su patrimonio»,
este diario, emulando al Jounal du Dimanche,
puede certificar la existencia de una enfermedad
turística extremeña a la que denominaremos
Síndrome de Cáceres.
«No he conocido ninguna ciudad donde la gente
sea tan amable como aquí, tengan tanta belleza
junta sin presumir de ello y cuenten con una
exposición tan completa y tan emocionante que,
además, se puede visitar gratuitamente», palabra
de Lourdes, señora de Pamplona, doctora en
Medicina y turista ocasional de visita en Cáceres.
«Venimos de Salamanca y de Zamora y son un poco
secos. Los camareros responden sí o no, no tienen una
palabra amable y por la calle, si preguntas, dan pocas explicaciones,
pero en Cáceres todo es amabilidad, detalles, simpatía y si preguntas por un palacio o por esta exposición de 'Nosotros', vienen contigo acompañándote casi
hasta la puerta. Estamos alucinados», respuesta de
Tino y Marita, asturianos de puente en Cáceres, a la
pregunta de qué les ha parecido la ciudad.
«Estoy en Cáceres, tío, tiene una parte antigua
acojo... (pipipi) y hay una exposición de pu... (pipipi).
Es increíble tío, no me esperaba esto, es la hos... (pipipi)», conversación telefónica escuchada al azar en la
Plaza Mayor de Cáceres.
Increíble, alucinante, sorprendente... El síndrome de Cáceres consiste en que el turista llega sin saber con qué se
va a encontrar y se queda como bobo ante la belleza.
Entra a ver 'Nosotros' y no se cree que pueda haber una exposición de tal categoría y que nadie le haya informado
en su ciudad de origen. Pregunta por un restaurante,
un museo, una calle o un hotel y los cacereños no sólo
le indican la dirección, sino que lo acompañan, dejándolo
azorado y trastornado ante el chute de amabilidad.
En los estudios de la Escuela Universitaria de Empresariales y Turismo de la Uex,
los turistas encuestados valoran en
primer lugar la hospitalidad de los cacereños y el buen
trato de la hostelería. Otro intangible destacable sería
la sorpresa de su monumentalidad. No esperan casi nada y
encuentran casi todo. O sea, lo contrario de París... Es decir,
el síndrome de Cáceres.
ALA, LA PRÓXIMA EN CÁCERES, PARA SEMANA SANTA.( o antes en vista del ritmo que llevamos, jejejej)
la preciosa Cáceres y sus gentes, a ver si con ello os animais
y venís a visitar Extremadura.
El síndrome de Cáceres
Tras el síndrome de Stendhal, que hace enfermar por
exceso de belleza, y de París, que provoca desazón por decepción, llega el trastorno turístico cacereño
J. R. ALONSO DE LA TORRE/
El David, el Moisés, el Duomo, el Baptisterio, la Signoria...
Vértigos, vómitos, aceleración cardiaca, alucinaciones...
Se le llama síndrome de Stendhal porque fue el escritor
francés quien primero sintió estos trastornos y los describió.
El novelista estaba visitando Florencia y el alud de
obras de arte, la sobredosis de belleza y el estrés por
contemplar tanta perfección acabó provocándole
una enfermedad psicosomática, un malestar íntimo
y sutil que lo noqueó.
Después de Stendhal, miles de turistas han sufrido
ese síndrome en las mecas artísticas del mundo y
quienes visitan Florencia, Roma, los museos de
Londres o las maravillas de Estambul aseguran
sentirlo en cuanto el agotamiento los derrota
y llega ese momento terrible del viaje en que
te da lo mismo una puesta de sol en el
Gran Canal de Venecia que un paseo por los barrios de Getafe.
A mediados de octubre, la prensa francesa ponía
nombre a un nuevo trastorno turístico. El 'Journal
du Dimanche' hablaba del síndrome de París.
Se refería con este apelativo a que, cada año,
una docena de turistas japoneses de visita en
París son ingresados en hospitales porque sienten
desamparo, decepción y desazón ante lo que
se encuentran.
Japonés sin Amélie
Los japoneses llegan esperando paladear romanticismo,
simpatía, ternura y chic, pero se tropiezan con una
ciudad que se muere de éxito y sirve al turismo con
dejadez y sin profesionalidad: los camareros son
desagradables, los parisinos responden con desdén a las
preguntas del viajero y los japoneses, ceremoniosos y encantadores,
se encuentran con que el París glamuroso
de las guías y las películas es pasado y las calles no
están llenas de Amélies Poulenc, de acordeonistas
aduladores ni de bohemios atrayentes. Resultado:
la embajada de Japón tuvo que repatriar el año
pasado a cuatro japoneses derrotados por el shock
del síndrome de París.
Los extremeños no teníamos síndrome, pero tras l
a inauguración en Cáceres de la exposición
«Nosotros, Extremadura en su patrimonio»,
este diario, emulando al Jounal du Dimanche,
puede certificar la existencia de una enfermedad
turística extremeña a la que denominaremos
Síndrome de Cáceres.
«No he conocido ninguna ciudad donde la gente
sea tan amable como aquí, tengan tanta belleza
junta sin presumir de ello y cuenten con una
exposición tan completa y tan emocionante que,
además, se puede visitar gratuitamente», palabra
de Lourdes, señora de Pamplona, doctora en
Medicina y turista ocasional de visita en Cáceres.
«Venimos de Salamanca y de Zamora y son un poco
secos. Los camareros responden sí o no, no tienen una
palabra amable y por la calle, si preguntas, dan pocas explicaciones,
pero en Cáceres todo es amabilidad, detalles, simpatía y si preguntas por un palacio o por esta exposición de 'Nosotros', vienen contigo acompañándote casi
hasta la puerta. Estamos alucinados», respuesta de
Tino y Marita, asturianos de puente en Cáceres, a la
pregunta de qué les ha parecido la ciudad.
«Estoy en Cáceres, tío, tiene una parte antigua
acojo... (pipipi) y hay una exposición de pu... (pipipi).
Es increíble tío, no me esperaba esto, es la hos... (pipipi)», conversación telefónica escuchada al azar en la
Plaza Mayor de Cáceres.
Increíble, alucinante, sorprendente... El síndrome de Cáceres consiste en que el turista llega sin saber con qué se
va a encontrar y se queda como bobo ante la belleza.
Entra a ver 'Nosotros' y no se cree que pueda haber una exposición de tal categoría y que nadie le haya informado
en su ciudad de origen. Pregunta por un restaurante,
un museo, una calle o un hotel y los cacereños no sólo
le indican la dirección, sino que lo acompañan, dejándolo
azorado y trastornado ante el chute de amabilidad.
En los estudios de la Escuela Universitaria de Empresariales y Turismo de la Uex,
los turistas encuestados valoran en
primer lugar la hospitalidad de los cacereños y el buen
trato de la hostelería. Otro intangible destacable sería
la sorpresa de su monumentalidad. No esperan casi nada y
encuentran casi todo. O sea, lo contrario de París... Es decir,
el síndrome de Cáceres.
ALA, LA PRÓXIMA EN CÁCERES, PARA SEMANA SANTA.( o antes en vista del ritmo que llevamos, jejejej)